Refundemos nuestra clase política
La democracia cura sus propias heridas y lo natural es que genere anticuerpos para evitar ser continuamente secuestrada y birlada por saqueadores de todo calibre, vincha u origen social. Toledo, al igual que otros ídolos de barro que el voto ciudadano convirtió en jefes de Estado, congresistas, gobernadores y alcaldes, debe ser un caso de estudio y de lección aprendida en la compleja tarea de elegir líderes que abracen y forjen con genuina pasión los anhelos y valores ciudadanos.
Por ello es crucial que nuestra clase política –o lo que quede de ella– empiece un proceso de refundación que necesariamente implique un lavado gástrico anticorrupción como requisito sine qua non para activar una etapa regenerativa de sus cuadros. Ello implica, también, la vital retroalimentación vía espacios de diálogo y debate, donde interactúen con la población sobre la base de intereses comunes.
No olvidemos que la democracia, el mejor sistema de gobierno demostrado históricamente hasta el momento, se basa en la representación ciudadana mediante organizaciones políticas que pugnan periódicamente por ocupar los puestos de mando estratégicos de un Estado.
Si bien la sociedad puede tener múltiples visiones para buscar enfrentar los problemas rutinarios y los retos estructurales, el objetivo común es elevar el bienestar de los integrantes de un país o nación. En ese sentido, la labor fundamental de las organizaciones políticas es sistematizar y realizar el máximo esfuerzo de representar esas visiones y anhelos.
Un paso clave en este proceso de refundación de nuestra clase política es la reconstrucción de los vasos comunicantes entre las organizaciones políticas y la ciudadanía. Hoy vivimos en una sociedad más compleja en su composición. Hay aún brechas sociales, comunicacionales y aspiracionales profundamente marcadas que complican la integración de vastos sectores sociales.
Es en ese proceso de identificación con estos grupos sociales, donde las organizaciones políticas deben empezar a buscar nuevos valores que les permitan recuperar la confianza ciudadana. Esta debe la primera piedra sobre la cual las organizaciones políticas deben forjar su ideario político, la visión de desarrollo y la confluencia con los intereses nacionales.
Si los actuales partidos políticos continúan encerrados en sus cuatro paredes, ejerciendo como siempre la dedocracia basada en intereses subalternos; y en las próximas elecciones siguen imponiendo a la ciudadanía, listas con impresentables, lamentablemente seguirán cavando la tumba a una joven democracia.
Y no solo eso, confirmarán la hipótesis fiscal de ser una organización criminal que mató un sistema de gobierno y que ayudó a entregar al país en bandeja a ídolos de barro, quienes continuarán con el saqueo histórico de nuestro Estado.
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