¡Recuperemos nuestro país!
Tarea difícil la que tenemos por delante los peruanos: ¡Reconstruir nuestro Estado! Las dimensiones de su destrucción —por acción corrosiva de izquierdas variopintas— es sin duda descomunal. Dado el grado de demolición que viene sufriendo el Perú en estos últimos veinte años, no existe orden alguno de prioridad preestablecida para empezar a trabajar en su recuperación. Es evidente que hablamos de una guerra frontal contra la corrupción; la más bestial de todas aquellas podredumbres que siguen corroyendo a nuestro país. ¡En consecuencia, necesitamos empezar esta labor ahora mismo! Porque cada día que pase, el daño se multiplica exponencialmente. La pregunta es, ¿entiende la ciudadanía la magnitud del esfuerzo —y de las contingencias— que implicaría tamaño emprendimiento? ¿Estaría usted decidido a apoyar una cruzada de esta dimensión? Es evidente que —dada la clásica indecisión y comodidad de las “altas élites” nacionales— la respuesta no será lo suficientemente satisfactoria —ni contundente— como haría falta para asumir el trance de iniciar una batalla de semejante calibre, sin contar con un mayoritario y consolidado respaldo social. Aun así, dada la importancia que tendría su resultado para la consolidación de nuestra democracia y el Estado de Derecho, no serán pocos los problemas que enfrentaremos por desratizar un “sistema judicial” carcomido por la corrupción.
Cuando Duberlí Rodríguez —ex militante de la coalición Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR) y diputado por Lambayeque entre 1985 y 1990, representando a Izquierda Unida— tuvo la oportunidad de presidir el Congreso, contó que “800 senderistas se encuentran infiltrados en el poder judicial, incluyendo a magistrados y trabajadores administrativos vinculados al Movadef.” Por tanto, de allí a hoy, estas lacras siguen constituyendo uno de los peligros más latentes que amenazan nuestra democracia. Sin olvidar la incursión en la presidencia de la República del golpista, ágrafo, corrupto Pedro Castillo, representando al Movadef —partido político de Sendero Luminoso— quien, además de consolidar lo denunciado por Duberlí Rodríguez, muy probablemente haya multiplicado el número de terrucos que hoy pululan por todo el Estado.
En consecuencia, si aspiramos a rescatar al Perú del totalitarismo corrupto de Sendero Luminoso, la primerísima batalla que debemos emprender dentro de esta colosal cruzada —para que el país retorne a ser el faro democrático que todos aspiramos— es erradicar al terrorismo del Estado. Y junto a este, expulsar del Estado a la colonia caviar que, parapetada como defensora de los terroristas, se ha instalado en la cúpula del poder disfrazada de paladín de la justicia. Evidentemente, esta mafia caviar —que hace un cuarto de siglo tiene secuestrado el sistema judicial— nos gobierna respaldada por terroristas beneficiados por todos sus procesos judiciales contra nuestro Estado, tras salir airosos de estos —hasta indemnizados con dólares pagados con nuestros impuestos— gracias a su connivencia con caviares como esos García Sayánes, Ugartes, Sagastis y demás abogángsters del terrorismo, quienes alegaron que “el Estado asesinaba a ‘inocentes’ luchadores sociales”. ¡Esta escoria no debe continuar dirigiendo nuestro destino encaramada detrás de nuestro sistema jurídico, como sucede ahora! ¡Todo dependerá del voto que usted emita en las elecciones de 2026!
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