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Ramón Castilla y Juan Manuel de Rosas

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Fecha Publicación: 04/10/2025 - 20:40
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El 28 de julio de 1864 el presidente Pezet dirigió su discurso a la nación y omitió mencionar la grave tensión existente con la flota española. Don Ramón Castilla, entonces presidente del Senado, contestó y resaltó esta omisión. Pezet, incómodo, invitó al exmandatario a Palacio para limar asperezas y ahí detuvo al anciano caudillo, manteniéndolo prisionero en un barco por meses hasta que fue desterrado a Europa.
Poco se ha sabido de las desventuras de don Ramón en su exilio. En la revista “Hogar” del 3 de noviembre de 1920, bajo el título de “Coloquios de viejo” y la firma “Z”, un cronista anónimo —a quien se identifica con Ricardo Aranda— da cuenta de haber oído comentar a Ramón Castilla sobre su encuentro en Inglaterra con el famoso dictador rioplatense Juan Manuel de Rosas.
Esta anécdota ha pasado inadvertida para la mayoría de los biógrafos de nuestro gran mariscal y, por ello, muy intrigado trate de corroborar si aquel encuentro fue cierto. Finalmente, después de muchas indagaciones, en la Argentina pudimos encontrar, una carta en el Archivo Mitre (Tomo 21, p. 156), que le dirigió Ramón Castilla al presidente Bartolomé Mitre el 11 de junio de 1866 —recibida el 30 de agosto de ese año—, donde le decía que, durante el destierro al que fue sometido, llegó a Southampton y allí: “recibí una visita del general don Juan Manuel de Rosas, y habiendo estado en su casa a corresponderle su atención, comprendí, sin insinuación ninguna de su parte, la estrechez en que vive, y que contrasta con el carácter que ha investido en su país y en su alto rango militar”. A continuación, el expresidente peruano se permite escribir: “me atrevo a interesar la grande influencia que le dan su bien merecido puesto y filantrópicos sentimientos para que se devuelvan al general Rosas sus bienes confiscados en oposición con los principios que proclama la época”.
El gobernante argentino recibió la carta peruana en el cuartel general en Tuyutí, durante la guerra contra el Paraguay, y de inmediato procedió a contestarla en los siguientes términos: “ocupado como me hallo en campaña al frente del ejército, no me es posible contraerme a este género de asuntos, que, por otra parte, como ya he manifestado, ni son de mi resorte, ni es posible conducirlos por otras vías que las legales”, para luego despedirse cortésmente. Estas cartas confirman la veracidad de la tradición mencionada sobre el encuentro amistoso entre los dos viejos caudillos desterrados: el peruano Castilla y el argentino Rosas.
Ahora bien, más allá de la importancia de esta documentación desconocida, queda evidenciado que Ramón Castilla tuvo especial vinculación con los dos argentinos más importantes del siglo XIX: don José de San Martín y Juan Manuel de Rosas. En el caso de este último, no solo le manifestó su simpatía personal —tal vez como recuerdo de aquella esperanzadora década de 1840 en que ambos gobernaron sus respectivos países—, sino que también se preocupó por su bienestar y trató de sensibilizar a sus inflexibles enemigos por las penurias que pesaban sobre aquel hombre al que, en otro tiempo, le sonrió la fortuna, el poder y logró la hazaña imborrable de doblegar al imperio británico.
El odio infinito de los liberales contra el “tirano” Rosas lo encontramos en la frase del poeta José Mármol, cuando dijo: “ni el polvo de tus huesos la América tendrá”. Luego de 112 años de yacer en tierra extraña, el 30 de septiembre de 1989 el pueblo argentino repatrió los restos de Juan Manuel de Rosas, aquel valiente gaucho que, un día de 1865, fue a un albergue inglés animado por conocer al viejo centauro de Tarapacá.

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