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¿A quién celebramos hoy?

Fecha Publicación: 11/05/2019 - 21:20
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Aunque el origen de la celebración del Día de la Madre se puede rastrear desde las culturas griega y romana, es en el siglo XX y en Estados Unidos, donde se oficializa por primera vez en 1914, tal como ahora la conocemos: una fiesta familiar y comercial que se realiza con las mismas características en el mundo occidental, aunque en distintas fechas.

El Día de la Madre es una de las conmemoraciones más importantes, aunque últimamente casi todos los días del año se dediquen a una causa, en algunos casos de importancia, pero en su mayoría francamente innecesaria y hasta ridícula. Aun así esta celebración no ha perdido su vigor, porque la figura de la madre es la síntesis de nuestros valores culturales y sociales, gran parte de lo que somos se lo debemos a ella.

La mujer, por naturaleza, y es así en los distintos territorios geográficos, es quien propiamente construye “hogar”. Ese lugar donde los seres humanos estamos convocados a juntarnos y estar unidos por los lazos de la convivencia, sanguínea por supuesto; pero no necesariamente, porque la mujer es capaz de trascender esta unión de sangre y llevar el “hogar” ahí adonde esté, si sabe reconocer y escuchar esta llamada íntima.

Es por eso que el Día de la Madre celebramos a aquellas mujeres que tienen hijos, que los han llevado nueve meses en su vientre, que los dan a luz, amamantan, crían y educan, conjuntamente con el varón; hasta convertirlos en hombres y mujeres para los demás, para el mundo. Pero celebramos también a la mujer que, sin ser madre, es tantas veces madre –según sean las circunstancias– de hijos adoptados, hermanos, sobrinos, niños y ancianos necesitados, alumnos y padres mayores.

¿Quién podría no llamar madre a Teresa de Calcuta? Una madre de los más pobres entre los pobres –en pleno siglo XX y parte del siglo XXI– tiempos materialistas y dolorosos del “descarte”, también del “descarte humano”. Ese “descarte” que se manifestó a los ojos de esta diminuta mujer, pero que todos los demás ignoraron en Calcuta y el mundo. Sólo el corazón, la pasión y el amor de esta gran madre pudo dar a luz a aquellos que iban a ser abortados, a los que llenos de llagas estaban tirados en las calles y a los ancianos que morían sin esperanza.

Todos recordamos y celebramos hoy a nuestras madres que aún viven o han partido ya, pero que siempre están en nosotros, porque la educación y los cuidados de una madre trascienden el tiempo y el espacio. Recordamos sus caricias, pero también sus llamadas de atención y hasta sus castigos. Lo agradecemos todo, porque nuestras madres nos entregaron siempre su generosidad y su corazón entero. Y, aunque la publicidad y el marketing nos quieran convencer de lo contrario, un día como hoy, una madre agradecerá más: la llamada antes que teléfono celular, la visita antes que la gran mesa, el abrazo y el beso, antes que el artefacto eléctrico, la oración antes que las flores en su tumba.

Nuestro homenaje sincero a todas las madres, a la madre peruana que entrega su esfuerzo y su tiempo por el progreso y bienestar de sus hijos, y a tantas mujeres que son verdaderamente madres, de hijos que hacen propios.