Querencias y frustraciones
El anhelo de la mayoría de peruanos es contar con una renovada clase política que exhiba personajes sin pasado oprobioso, vacunados contra ese mortal virus de la corrupción, con ideas y convicciones claras alineadas al interés ciudadano, con liderazgo para avanzar en las reformas estructurales a todo nivel, que impulsen a los sectores emergentes, que inyecten conocimiento e innovación, que derriben las murallas de la ignorancia, que compartan sus valores y mística, y, especialmente, que cultiven los espacios democráticos fortaleciendo a las instituciones que le dan soporte.
¿Están en capacidad los actuales partidos y movimientos políticos para ofrecer a la ciudadanía en las próximas elecciones esta nueva promoción de personajes y líderes, que marcarían un antes y un después en la política peruana? ¿Qué esfuerzos reales y concretos están realizando nuestros partidos o movimientos para regenerarse luego del avasallador tsunami llamado Lava Jato? O, ¿se atreverán a endilgarnos a la misma clase de impresentables que hoy en su mayoría adornan las vitrinas de nuestras instituciones democráticas?
Por un mínimo de respeto a los peruanos, quienes hoy están administrando el Poder Legislativo deberían tener como principal tarea el enfrascarse en cómo buscar un autolavado no solo de cara y cuerpo entero, sino un lavado gástrico al interior de sus organizaciones políticas a través de una reforma política y electoral, que permita moldear el anhelo ciudadano en sus listas de candidatos.
La clase política instalada en el Congreso no puede seguir exhibiendo la excusa histórica de “no tener mayoría” para empezar a perfeccionar la Constitución, porque hoy, si tuvieran los pantalones bien puestos, exhibirían más bien una actitud más proactiva, sincera, humilde, noble y reinvindicativa del legado de quienes lucharon por una república libertaria a lo largo del bicentenario.
La clase política encarnada en el Congreso tampoco puede atreverse a espetarnos permanentemente en la cara que el “inepto”, “débil” y “cuasi dictador” Presidente “accidental” de la República, “aupado y defendido por la mafia caviar y su cartel mediático”, no los deja pensar, proponer y aprobar una urgente reforma política y electoral para encauzar la exigencia ciudadana de contar con un próximo Congreso de la República y una Jefatura de Estado a la altura de nuestras complejas circunstancias.
Que el presidente Martín Vizcarra deba dedicarse gran parte de su tiempo a gestionar con la eficiencia, oportunidad y transparencia los recursos públicos para brindar mejores servicios de salud, educación, seguridad ciudadana, generar empleo atrayendo mayor inversión privada y ganando más eficiencia al Estado está claro y urge recodárselo a diario, pero convertirlo en excusa para que la clase política a través de sus congresistas no hagan su trabajo enfocados en la exigencia ciudadana, resulta indignante.