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¡Qué tal farsa, señores!

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Fecha Publicación: 26/05/2019 - 22:20
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Gloria Montenegro, la afiebrada ministra de la Mujer –en todo caso debería serlo de la familia, si tanta propaganda hace a la “igualdad de género” esta vociferante funcionaria del oficialismo y a la vez parlamentaria de las canteras del plagiador Acuña– ha lucido obscenamente su fustán, al hacer un rabioso llamado de corte golpista a la clausura de un poder del Estado como el Legislativo.

El Congreso merece ser cerrado, no solo por el sistema obstruccionista de este momento, sino porque claramente está tapando la corrupción. No solo por el caso Benicio, Donayre, Dipas y muchos otros”, fue el insolente ‘tweet’ que lanzó públicamente este personaje que, se supone, está al servicio de un gobierno que se hace llamar democrático. El malestar general no se hizo esperar en las redes sociales. Al extremo que Montenegro se vio obligada a enviar un segundo ‘tweet’: “Me disculpo por el exceso de mi comentario de hoy. No expresa mi voluntad ni la del Poder Ejecutivo. Soy también parte del Congreso y el pueblo peruano espera de nosotros un máximo nivel de diálogo y entendimiento”.

Sin embargo, con estas palabras la ministra de Martín Vizcarra agregaba anfo a su excusa: “Asumiré mi responsabilidad (por mis recientes declaraciones) y la decisión que tome el Ejecutivo. No puedo bajo ningún punto de vista dejar de ser quien soy, por más diplomática”, rematando con esta frase que pone al descubierto su desapego por la Constitución y el Estado de Derecho: “Yo ya hubiera cerrado el Congreso” para luego recular con esta sentencia vergonzante: “Mi comentario no expresa mi voluntad ni la del Poder Ejecutivo. Soy también parte del Congreso y el pueblo peruano espera de nosotros un máximo nivel de diálogo y entendimiento”. Por su tono flamígero y antidemocrático, hablamos de una impertinencia imperdonable para quien ejerce el cargo de ministra de Estado, elegida a su vez por la ciudadanía como su representante ante el Poder Legislativo. Un baldón adicional para el régimen vizcarrino que induce claramente al golpismo de Estado pretextando una falaz campaña anticorrupción y denunciando machaconamente que este Congreso no le deja gobernar. Lo mismo hizo Alberto Fujimori cuando perpetró aquel luctuoso ataque del 5 de abril del 92. Atentado antidemocrático que la progresía marxista –que ahora apoya a Vizcarra– repudiara entonces calificándolo de golpista.

Estamos asistiendo a la muerte inducida de la democracia peruana. Cuestionablemente, somos demasiado pocos quienes venimos denunciando este intolerable atentado contra el Estado de Derecho. ¿Dónde están ahora esas oenegés que, sollozando, se rasgaban las vestiduras denunciando un golpe de Estado cuando esto mismo hacía el régimen fujimorista? ¿Dónde están esos horrorizados cívicos; esos crispados progre marxistas; esos demócratas de papel que acusaban a Fujimori de tirano por haber disuelto el Parlamento? ¿Qué diferencia hay entre aquello y lo que hoy vemos que viene ocurriendo en nuestras propias narices?

La respuesta es sencilla. Si la izquierda promueve la disolución del Congreso, se trata de defender la democracia. Si el centroderecha hace lo mismo, eso se llama golpe de Estado. ¡Qué tal farsa!