Que se vaya el 28/7/21
El comportamiento pendenciero del mandatario Vizcarra estriba en tratar de enemigos a quienes son adversarios políticos suyos. Es decir, quienes se oponen a su desastrosa gestión de gobierno son tratados despóticamente, siendo él supuestamente presidente de todos los peruanos. Como buen neófito en materIa constitucional -pecado capital en quien sirva de presidente de la República- insiste en no ser el jefe de Estado, por más que lo obligue el artículo 110 de la Carta, sino un “jefe de gobierno”. Deficiencia que probablemente haga que su seso le dicte que es el jefe de una aristocracia enquistada en palacio de gobierno para dirigir este país a su exclusivo criterio. Se equivoca usted, mandatario Martín Vizcarra. Recuerde nomás que cuando cabildeó para sustituir a PPK en el gobierno -mendigándole el respaldo al fujimorismo- lo hizo para ser presidente constitucional. Cargo que lo obligaba a respetar escrupulosamente la existencia de otros dos poderes del Estado que actúan como contrapesos para equilibrar el gobierno de la nación. Pero usted traicionó el compromiso, clausurando el Legislativo porque le parecía “obstruccionista. Es evidente que semejante sensación solo puede manifestarla aquel que carezca de entrañas de estadista y de demócrata a carta cabal. Como es su caso.
Allí estriba el problema, amable lector. Este presidente no se siente responsable de lo que le ocurra a quienes no comulgan con sus ruedas de molino, ni de quienes denuncien sus cortinas de humo proyectadas solo para encubrir su alarmante incapacidad como conductor de los destinos de 31 millones de peruanos. Su mente está puesta apenas en subsistir como mandamás del país, sin tener la más mínima idea en materia social ni económica. El escandaloso estado de abandono en que se encuentran la Salud, la Educación o la Seguridad Ciudadana -por solo citar tres ejemplos- demuestra la total ineptitud de quien -en sus propias palabras- funge de jefe de gobierno. Vizcarra es un absoluto inepto para conducir la vida y hacienda de nuestra sociedad. Desbarra por donde se le mire. Salvo, claro está, en materia de intriga y enfrentamiento con quienes él considera enemigos; no adversarios políticos. En base a este criterio construyó su torre de marfil, despotricando del Parlamento hasta conseguir que la mayoría lo tache de inservible, corrupto, abusivo y cuanto epíteto pueda uno imaginarse. Una barbaridad imperdonable, porque los Estados de derecho se construyen para luego desempeñarse en función a una trilogía de poderes. No a mérito a este autoritarismo enfermizo al que insisten en trasladarnos Vizcarra y la progresía marxista que lo mandonea.
A lo que aspiramos quienes criticamos los yerros del autócrata que sigue llevándonos al desastre es a que se vaya el 28 de julio 2021. Necesitamos retomar la senda de la democracia con pleno Estado de Derecho, donde convivan inteligente, equitativamente las cabezas de los tres poderes del Estado. Aunque con su obcecada actitud, Vizcarra pone cada vez más en duda la continuidad democrática del país al erigirse en el mandón del barrio, sometiendo a su dictado los poderes Legislativo, Judicial y a la Fiscalía.