¿Qué pasará con Putin?
Luego de la exitosa Operación Telaraña llevada a cabo por Ucrania contra blancos militares rusos en los lugares más apartados de ese vasto país como Siberia, el Ártico y las proximidades de Moscú, muchos se preguntan cuál será la respuesta de Putin. Por ahora reina un tenso silencio. Moscú ha dicho que responderá “apropiadamente” y seguro que los primeros en recibir las represalias del Kremlin será Ucrania. Pero más allá de eso y la respuesta rusa a esa humillación militar por un país de cuarta, cabe también preguntarse qué pasará con Putin.
La guerra ya lleva más de dos años y los rusos siguen empantanados en la frontera ucraniana (a los rusos nunca les ha ido bien en guerras fronterizas. En la Segunda Guerra Mundial invadieron Finlandia y el mariscal Mannerheim los detuvo en la frontera, conservando la independencia de su país). Ucrania, con ayuda o sin ayuda de la OTAN, ha llegado a objetivos militares rusos impensables por la distancia. La falla de los servicios de inteligencia rusos es más que obvia, teniendo en cuenta además que Putin es un exagente de la KGB.
Lo más probable es que rueden las cabezas de la nomenclatura en inteligencia y las de algunos militares. Pero cabe la interrogante de hasta cuándo los militares seguirán apoyando incondicionalmente a Putin después de este desastre. No olvidemos que los asuntos políticos se resuelven en Rusia por medio del veneno, el crimen o la desaparición del líder caído en desgracia, previa difusión de música clásica en las cadenas de comunicación. Todo un clásico.
¿Y el pueblo ruso? ¿Estará cansado ya de una guerra sin resultados y del hecho objetivo de una operación militar en los lugares más remotos de su territorio? En simple: ¿cuánto daño político ha recibido el liderazgo de Putin luego del patadón que le ha dado Ucrania? Resulta irrelevante el hecho de que la propaganda rusa y sus partidarios sostengan que el daño militar de la Operación Telaraña es insignificante porque los blancos eran unos bombarderos nucleares obsoletos. Lo que importa es que el enemigo ha podido demostrar que puede llegar a cualquier lugar de Rusia sin que esta pueda responsabilizar a la OTAN.
Mientras tanto, las conversaciones auspiciadas por Turquía en Estambul no llegan a nada concreto ni a avances significativos, precisamente porque ambas partes, como sucede en cualquier negociación, hacen actos de fuerza para colocarse en una mejor posición, como cuando Putin lanzó un ataque masivo contra Kiev y Kiev respondió con la Operación Telaraña. El problema de Putin es que, después de la Operación Telaraña, ya no le queda margen de maniobras y debe responder para conservar él mismo su cabeza. Eso significa una escalada bélica y no una detente.
Hay que estar atentos a qué pasa en las próximas semanas en las altas esferas del Kremlin.
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