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¿Qué nos espera?

Fecha Publicación: 05/10/2019 - 20:40
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Se consumó la disolución del Congreso de la República, por parte del gobierno “fáctico” encabezado por Martín Vizcarra, y lo dejó al mando de todos los poderes del Estado, con el apoyo de las Fuerzas Armadas y Policiales, ya que de otra manera no hubiera podido avanzar en la ruptura de la continuidad democrática que el Perú lucía desde el 2001.

La opinión de los ciudadanos está dividida, ha primado la reacción emotiva, acomodaticia y populista de muchos, en especial de quienes viniendo desde la extrema izquierda, fueron las únicas bancadas que celebraron esta decisión opaca, veloz e inconstitucional, según han manifestado los abogados independientes más lúcidos en esta materia, como Domingo García Belaunde.

A favor de la acción gubernamental están los constitucionalistas quienes en calidad de asesores han estado y están cerca de Palacio de Gobierno, durante el régimen actual y el anterior de Ollanta Humala, lo que definitivamente debilita su punto de vista, por demás interesado y, por supuesto, a favor de una decisión espuria y populista que no ofrece ninguna confianza sobre cuál será su futuro a mediano y largo plazo.

Por lo pronto, aunque la Organización de Estados Americanos (OEA), en manos de políticos como Luis Almagro, ha recomendado que sea el Tribunal Constitucional del Perú (TC) quien dirima el entuerto antidemocrático tejido en Palacio de Gobierno, pero a su vez, usa la red social Twitter para “felicitar” a Gustavo Meza Cuadra -el hijo del general mano derecha de Velasco Alvarado, de quien ha heredado su ideología-. Por un lado, don Luis dice que el TC dirima y, por otro felicita al “electo”Canciller de un gobierno que no tiene el “sí” del Tribunal peruano. ¿Qué significa esta actitud?

Lo más probable es que, así como los populistas internos, también los externos aplaudan la toma de los poderes democráticos “de facto” y que vayan a votar a las elecciones que han sido ya convocadas por el régimen actual. Elecciones que son tan cuestionables como caras económicamente, las que debemos pagar todos los peruanos, sin que nadie nos consultara, si aceptamos o no, hacer este gasto millonario.

Pero lo que sería peor y, puede suceder, es que quienes salgan electos sean aquellas ideologías que celebraron en el Parlamento la “disolución” del Congreso, aprovechen el “año de gracia” que les regala este régimen para cambiar a su antojo la Constitución y las leyes, siguiendo el camino estatista de los dictadorzuelos que ya conocemos.

El actual inquilino de Palacio ya empezó incumpliendo una promesa: “que se vayan todos”. Ha cesado de un plumazo al Congreso que, sea lo que fuere, representa al pueblo en toda democracia; pero se ha quedado él, ocupando el sillón de Pizarro. No es descabellado suponer que podría seguir mintiendo en los próximos años, y sacando pretextos, como un mago saca conejos de un sombrero, para quedarse eternamente, como hoy: Maduro, Evo o los Castro, dueños y señores de la libertad de los pueblos.

El futuro es impredecible, sobre todo si aquellos que vemos con claridad el golpe que ha sufrido la democracia peruana, callamos -ya sea por miedo a volvemos vulnerables a cualquier ataque, o miedo a las represalias que siempre hay en estos regímenes-, así estaríamos colaborando a que se asiente la dictadura del “pensamiento único”, no solo por el año que viene, sino por muchas décadas más. La historia nos juzgaría como a aquellos que apoyaron a Velasco Alvarado y a Fujimori, y ahora se lavan las manos.

Profesora CENTRUM PUCP