¿Qué hemos logrado como nación en más de 200 años?
La independencia del Perú, proclamada en 1821 y consolidada en la Batalla de Ayacucho en 1824, marcó el inicio de una etapa llena de desafíos. Más allá de la gesta militar que puso fin al dominio español, nuestra naciente república enfrentó un contexto complejo, marcado por la fragilidad de sus bases económicas, sociales y políticas.
A diferencia del proceso de independencia de EE.UU., en el que los colonos europeos lo veían como un proyecto colectivo de desarrollo, en nuestro caso la independencia dejó un país saqueado, endeudado y con profundas inequidades.
En los primeros años de vida republicana, la inestabilidad política fue la norma. Cambios constantes de gobierno, caudillismo militar y conflictos internos obstaculizaron la construcción de un Estado fuerte.
La economía, dependiente del guano durante gran parte del siglo XIX, ofrecía riqueza a corto plazo, pero carecía de sostenibilidad, las grandes mayorías quedaron al margen de los beneficios, sentando las bases de una situación que se convertiría en un tema estructural que a la larga nos pasaría factura.
El siglo XX trajo intentos de modernización, aunque de manera dispar. En las décadas de 1920 y 1930 se promovió cierta industrialización y la llegada de inmigrantes contribuyó a mejorar la dinámica económica, pero estas medidas beneficiaron principalmente a las élites urbanas y no a la gran clase media que necesitan los países que aspiran a un desarrollo sostenido.
La reforma agraria de los años 60 –que fue un rotundo fracaso– buscó redistribuir tierras, pero la falta de planificación y de acompañamiento técnico limitó su impacto, además de ampliar aún más las brechas sociales y económicas.
En las décadas de 1980 y 1990, el Perú vivió su momento más crítico. El terrorismo, combinado con una hiperinflación sin precedentes y un Estado colapsado, nos dejó al borde del abismo.
La década de los 90 marcó un punto de inflexión con reformas económicas que estabilizaron la macroeconomía y abrieron al país al comercio global; sin embargo, no resolvieron problemas estructurales como la informalidad y la corrupción, que persisten hasta hoy. El nuevo milenio trajo consigo un periodo de crecimiento económico notable. Entre el 2000 y 2013, se registraron tasas de expansión cercanas al 6.6% anual, posicionándose como líder en la región.
Este auge, impulsado por la exportación de recursos naturales y la agroindustria, redujo la pobreza, mejoró diversos indicadores sociales y fortaleció nuestras reservas internacionales. No obstante, desde el 2014 el ritmo de crecimiento disminuyó, reflejando la necesidad de diversificar la economía y mejorar la calidad de las instituciones.
Este año, la economía muestra señales de recuperación, con tasas de variación interanual positivas en casi todos los meses. Además, el BCRP mantuvo una política monetaria estable, logrando una de las tasas de inflación más bajas de la región, pero, estos avances no deben ocultar problemas como la corrupción, la informalidad y la falta de una planificación estratégica íntegra, que son transversales y de carácter estructural.
Luego de más de 200 años de independencia, Perú sigue sin consolidarse como una nación de primer mundo y esto se debe a una visión limitada del futuro. Los diferentes gobernantes priorizaron intereses inmediatos, dejando de lado reformas estructurales.
A pesar de todo, en estos últimos años tratamos de construir una identidad nacional, rescatando nuestras coincidencias y dejando de lado las diferencias, superando las crisis y desastres. El desafío es mirar hacia adelante con una visión renovada. La historia republicana nos dio algunas lecciones, pero está en nosotros transformarlas en hechos concretos y positivos, solo así construiremos un país con mejores oportunidades para todos, próspero y que pueda enfrentar los retos del futuro.
Julio Pérez Alván
Presidente de la Asociación de Exportadores (ADEX)
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