Puno: una estaca en el corazón de Perú

Esperamos haber entendido mal al primer ministro Otárola cuando, ante los requerimientos de una acción más decidida del Gobierno para combatir la delincuencia organizada y la callejera que ya han superado la capacidad operativa de nuestras fuerzas del orden, manifestó que no se haría nada hasta concluir la reorganización de nuestra PNP, de cuyos procedimientos y métodos nadie sabe nada.

Una respuesta de tal naturaleza no va a hacer desistir a los delincuentes en sus actos antisociales, los cuales cada vez abarcan escenarios donde sus organizaciones se consolidan y el asesinato ya se utiliza como un medio normal para doblegar a las víctimas, tanto más que cada día que pasa el dinero mal habido se incrementa a niveles insospechados con el tráfico de drogas, la tala ilegal, la minería ilegal, la trata de personas, las extorsiones en general, pero, en especial, las que se obtienen mediante el cobro de cupos. No hay emprendedor en el Perú que no se halle pagando cupos.

Si vamos a esperar a que el Gobierno reorganice a la PNP, el crimen incentivará sus ataques porque una declaración al nivel del primer ministro es un reconocimiento de que el Estado no tiene la capacidad de enfrentarlo de inmediato.

Así las cosas, en Puno, siguiendo la línea de acción senderista y financiados por el castrochavismo, los dirigentes radicales, sin presencia ya del Estado cuyos funcionarios se mueren de miedo por las amenazas que reciben, han casi logrado convertir a la región en un territorio liberado en el cual mandan ellos sometiendo a toda la población por las buenas o por las malas.

Cerrón dijo en alguna oportunidad que tener el gobierno no es detentar el poder porque éste se logra sometiendo a la PNP, las FF.AA. y el Clero.

Cuando escuchamos las homilías del obispo de Lima y del Cardenal, parecería que con el clero no tendrían mayores problemas; Castillo y sus huestes hicieron polvo a la institucionalidad de nuestra policía y, con las FF.AA. estamos como en los ochenta cuando Abimael Guzmán dispuso una confrontación con ellas comenzando desde una posición defensiva para luego dar el salto al equilibrio estratégico y, finalmente, derrotarlas. Perdieron el combate militar, pero ganaron la guerra política.

En los últimos días los agitadores de Puno se reunieron para fortalecer su acción hacia sus objetivos de destituir a la presidenta Boluarte y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, pretendiendo incorporar a las huestes aimaras a los quechuas del norte de Puno.

Han diseñado un plan de acción para paralizar periódicamente a toda la región e impedir que retornen los policías cuyas comisarías fueron incendiadas, así como fiscales y jueces, seguramente con la violencia de siempre. Han declarado la guerra a la gran inversión privada y van preparando el ataque final contra los elementos de las FF.AA. acantonados en diversas zonas.

La tibieza gubernamental no ayuda en nada.

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