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Proyectos políticos contra la educación moderna

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Fecha Publicación: 07/11/2024 - 21:50
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¿Podemos competir con sociedades y países que apuestan en serio a una educación que les permitió lograr el ansiado desarrollo, obteniendo resultados visibles en lo que concierne al mejoramiento de sus condiciones de vida? Ellos avanzaron porque no perdieron el tiempo con temas que, a estas alturas, se tornan triviales.
Lo que acontece es que, bajo un discurso ostensiblemente demagógico, nunca se había politizado tanto la educación en nuestro país y en gran parte de Latinoamérica. Se hizo de la ignorancia una verdadera institución y se le otorgó un valor, convirtiéndola en una consigna moral; se invirtieron tanto los valores que se revirtió el sentido de la lucha en favor de la educación para convertirla precisamente en un valor comercial.
Se promueve, desde el discurso supuestamente progresista, una especie de apocalipsis cognitivo, porque las consignas antieducación se convirtieron en alimento del populismo, que es incompatible con el progreso y el desarrollo.
Mientras se advierte la necesidad de modernizar los sistemas educativos, de elevar la calidad de la enseñanza universitaria, de promover la investigación científica, precisamente para hacerlos compatibles con los desafíos del siglo XXI, los promotores de los mandatos del Foro de São Paulo o del Grupo de Puebla siguen enarbolando consignas en contra de la meritocracia para catapultarse en instancias de poder. Es así que, en su total falta de formación académica, pretenden justificar la errónea idea de que, para administrar la cosa pública o ejercer un cargo de alta jerarquía en su país, no es necesario haber recibido formación académica; para ellos, es suficiente contar con el respaldo popular, el cual suele conseguirse incluso a través del fraude electoral o desconociendo la legítima victoria del adversario, como acaba de acontecer en Venezuela.
A partir del antecedente descrito, el resultado en términos de desarrollo es preocupante en la región, a consecuencia de la distorsión que se materializa en los procesos educativos, donde lo importante se volvió trivial y lo trivial importante, donde es trascendental que el profesor se exprese utilizando frases inventadas como el “todes”, soslayando los temas trascendentales e imprescindibles dentro del proceso de formación.
Por ello, no es casual que la pobreza en la región latinoamericana se sitúe en 24.7% y que, entre los países más pobres a nivel mundial, de acuerdo con datos del Banco Mundial, se encuentren Venezuela (puesto 61), Bolivia (puesto 67), Ecuador (puesto 80), Paraguay (puesto 88), Perú (puesto 91), y Surinam (puesto 97). Hasta ahora no se termina de entender que el camino más expedito o el instrumento más efectivo para alcanzar el pleno desarrollo es, precisamente, un sistema educativo moderno, accesible para todos, que deje de ser un privilegio por un lado y un elemento comercial por el otro; que tenga proyecciones científicas y tienda a promover personas con una formación acorde a los retos que imponen los nuevos tiempos.
Eso no se logra distorsionando los procesos y haciéndole creer a los educandos que las ideas y hasta las palabras deben tener sexo o un género identificado.

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