“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador”
Queridos hermanos:
Hoy la Iglesia, nosotros, celebramos la festividad de la Asunción de la Virgen María, de gran importancia porque María es la primera cristiana que escuchó las palabras del ángel y nació el Mesías, Jesús. En la primera lectura del Apocalipsis dice que se abrió una puerta del templo celeste de Dios y se vio el arca de la alianza, donde se encuentre la Palabra de Dios, y apareció una figura portentosa en el cielo, una mujer vestida de Sol, que es la virgen María con doce estrellas que significa la iglesia, pero aparece también el dragón rojo, que es el demonio, con sus diez cuernos y siete diademas en las cabezas y quiere destruir el niño, es decir, al Mesías que va a dar a luz María. Y ¿quién vence?
La mujer huye al desierto, imagen de lo que actualmente vivimos con esta pandemia y los cambios políticos, sin embargo, vencerá el Señor, que es este niño que escapa al desierto y anuncia la conversión al hombre de hoy. Por eso termina diciendo: ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios, porque viene el Mesías. También hoy llega el Mesías en forma de un niño, a través de la Palabra de Dios, del Arca de la alianza para darte la vida.
Por eso respondemos con el Salmo 44, escucha hija, mira, inclina el oído. Es muy importante abrir el oído. María abrió el oído y creyó. Por eso dice, escucha al Señor porque viene el rey con su belleza que es quien trae la Palabra de Dios.
La segunda lectura es de la primera carta de San Pablo a los Corintios. Cristo ha resucitado. Así como por un hombre, tu y yo, vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección, es decir, Cristo ha destruido el aguijón que nos lleva a la muerte, que es el pecado; y esto lo experimentamos todos los días. Termina diciendo San Pablo: Cristo va a reinar y va a hacer que sus enemigos estén al estrado de sus pies, que nuestros enemigos estén a nuestros pies, y el último enemigo aniquilado será la muerte. Por eso ánimo hermanos que Dios ha sometido todo bajo sus pies, no tengamos miedo porque María creyó, abrió el oído y creyó. Abramos el oído en medio de nuestras dificultades y de nuestros pecados y el Señor aparecerá dentro de nosotros dándonos a Jesús, la Luz.
El Evangelio de San Lucas nos dice que María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a la casa de su prima Isabel. Al oír el saludo de María saltó la criatura que llevaba en su vientre. María recibe la garantía de que su prima Isabel está embarazada. Todos tenemos la necesidad de garantías, es decir hechos fundados que el cristianismo no es una leyenda, no es un fantasma, sino que es un encuentro personal con el Señor. E Isabel llena de gozo por el Espíritu Santo, dice en voz alta: bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? y saltó de alegría el niño en el vientre. Dichosa tú que has creído lo que te ha dicho el Señor. María dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador porque ha mirado la humillación de su esclava.
Hermanos, en medio de las humillaciones que estamos padeciendo como esclavos, Dios aparecerá para dar garantías fundadas de su resurrección, como decía San Pablo. El poderoso ha hecho obras grandes en nosotros, en los pobres en los débiles y su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Este canto es un canto de alabanza de los pobres, es decir, los humildes, los que tienen su confianza puesta en Dios. Él hace proezas con su brazo, derriba del trono a los soberbios y enaltece a los humildes, a los hambrientos, que somos nosotros, necesitados de Dios, de felicidad, y estamos hambrientos de que alguien sacie nuestra alma de vida eterna. Pues Él nos colma de bienes y a los ricos despide vacíos. María se quedó con Isabel 3 meses más ayudándola en la gestación hasta que dio a luz a Juan el Bautista. Hermanos, estas garantías que Dios da a María, Dios te la quiere dar a ti, quiere nacer dentro de nosotros, en medio de nuestra pobreza y de nuestras miserias. Confía en el Señor y pídele al Señor garantías fundadas de que Él vive y verás cómo el Señor aparece con fuerza, con poder, y destruye a nuestros enemigos que nos matan el alma, las ganas de vivir, y nos da un sentido a la vida.
Que el Señor os bendiga con su paz.
Obispo E. del Callao