¿Primero el Perú?
Así como el frío limeño, en los últimos días el clima de la nefasta incertidumbre política y económica se ha intensificado, nublando el camino hacia el Bicentenario, ataviado de retazos de esperanzas y anhelos de millones de peruanos. La enceguecedora bruma fue condensada aún más por la decisión precipitada del Presidente de la República, Martín Vizcarra, de tirar la toalla luego de sangrientos rounds con una obcecada oposición, que a punta de golpes bajos le empezaba a ganar la batalla del odio y la venganza.
Los argumentos expuestos por el pugilista Vizcarra se centraron en el sabotaje de sus reformas, acusando a la oposición de haberle exorcizado el espíritu de las mismas, cuya aura hubiera servido para empezar a sanear el sistema de justicia y poner en vereda a la alicaída clase política. Así, dado que su lucha fue infértil e inspirado en el pedido de miles de peruanos que le exigían cerrar el Congreso, disparó su bala de plata: ¡nos vamos todos!, porque “Primero está el Perú”, intentando dar vida al eslogan gubernamental pegoteado en cada rincón de la publicidad estatal.
Veamos. Si realmente hubiese sido Primero el Perú, no sólo habría centrado su estrategia de noquear a su rival con una sola mano –la de las reformas–, sino exhibido el guante de una eficaz gestión contra los problemas que atormentan a la mayoría de peruanos, y así anular a su rival, enceguecido por la inquina y la vendetta. Ello le ayudaría a transitar por el duro camino hacia el recambio del 2021, demostrando al mundo, una vez más, que ante la adversidad el peruano saca fuerzas de flaquezas. Más bien, haciendo una lectura desapasionada, tirar la toalla le hace un flaco favor al voluntarioso Vizcarra y abona a la campaña de sus detractores, centrada en sacarle lustre a su incapacidad de gobernar.
Sin embargo, la actitud de la amoratada oposición luego del anuncio presidencial, también resulta deplorable y confirma la pobre imagen impregnada en la retina ciudadana. Intentar nuevamente sacar la chaveta de la vacancia apelando a leguleyadas, para saciar su sed venganza por haber “impulsado” el encarcelamiento de su lideresa y el suicidio de su otrora líder, resulta también deleznable.
¿Será capaz la mayoría congresal que, luego de tres años de sabotaje continuo, pueda abstraerse y tener un momento de lucidez para debatir la propuesta de adelantar elecciones con el objetivo de recuperar los anhelos ciudadanos? Si alinean sus intereses pensando genuinamente en los intereses de la mayoría de peruanos, el camino a la senda de la certidumbre se abrirá y, con él, la posibilidad del esperado reencuentro entre una renovada clase política y el pueblo será más real. Así que, en serio congresistas, al menos en este último tramo de su vigencia, Primero el Perú.