Prestigio de los administradores de justicia
El prestigio es el atributo y reconocimiento de que goza una persona o una institución sustentado en sus cualidades, prestigio, dignidad, honradez, inteligencia por lo que es objeto de realce, fama, reputación y respeto. En una sociedad se aprecia y admira a las personas que alcanzan prestigio. Por ello un deseo humano es que con nuestro cotidiano actuar y trabajo lleguemos a ser admirados y tener una excelente reputación y respeto. Algunas actividades humanas gozan de prestigio por la importancia de sus finalidades respeto a la sociedad. Una actividad que puede ser prestigiosa es la administración de justicia. No todos pueden llegar a obtenerla. Ser magistrado, juez o fiscal, para los egresados de Facultades de Derecho suele ser un anhelo. El solo hecho de haber obtenido el nombramiento los hace importantes ante los demás. Considérase que ser fiscal o juez es tener prestigio en la sociedad y al más alto nivel (Especializado, Superior o Supremo) el prestigio los vuelve intocables. ¿Cuántos letrados ambicionan ser magistrados?
Pero el prestigio en la administración de justicia no se alcanza por un simple nombramiento (con o sin concurso). Se trata de una actividad profesional donde se debe laborar sujeto a normas constitucionales y legales para administrar justicia en Nombre de la Nación. Es verdad que constitucionalmente tienen unidad, exclusividad, autonomía para administrar justicia, pero deben observar el debido proceso. En los procesos judiciales a su cargo cualquiera que sea la instancia (juez de paz letrado, especializado o mixto, superior y supremo) deben realizar los actos procesales dentro de plazos que para cada uno (conocimiento, abreviado, sumarísimo) están nítidamente establecidos en Códigos y normas procesales. Están obligados a cumplir con la Ley (Constitución: Articulo N° 109°). Han hecho juramentos públicos que cumplirán la ley. Las resoluciones “administrativas” no dejan sin efecto la validez de la ley.
El prestigio que han obtenido por ser magistrado no los exime de procesar las causas procesales a su cargo sin respetar los plazos procesales. En la realidad nacional, existen miles y miles de procesos judiciales sin siquiera emitir sentencia. En cada instancia los magistrados no cumplen con los plazos a que están obligados para resolver cada expediente.
Si bien se considera que un magistrado (fiscal o juez) goza de prestigio “personal”, es objetivo que en nuestro país miles de justiciables han perdido la confianza y fe en los magistrados.
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