Prensa de opereta
El desdén que se ha ido incrementado en las últimas décadas contra el periodismo deportivo, especialmente, el periodismo radial formal y no el cómico, mal educado y estúpido que se difunde en las redes sociales, ha tomado sendas muy discutibles, al haber caído, desde entonces, en manos de gente, generalmente, incapaz de ver más allá de sus narices.
Aquella sabia costumbre de cubrir una jornada futbolística desde los vestuarios pasando por las notas anticipadas a los protagonistas sin tener que esperar que pasen del “caliente” al reportaje manoseado en “conferencia de prensa” bajo la excusa de hacerlo por cuestiones de orden, ha terminado por zarandear y destruir la riqueza del periodismo radial “en vivo y en directo”.
Alguna vez reclamé a Julio Velásquez Giacarini, en una época presidente de la ADFP, que dejara de hacer las programaciones en sus oficinas de la avenida Javier Prado y que delegara esa obligación al Ministerio del Interior que metía sus narices a tal punto de como jugar cada fecha, horarios, campos y todo tipo de manoseo sometiendo a esa entidad a los caprichos de Corpac. Lo único que recibí de respuesta fue una carta notarial que mostraba su carácter irascible y poco democrático.
Y esas limitaciones desproporcionadas, donde se nos hace creer que hoy el fútbol tiene nuevos códigos, es un cuento que debemos descartar frente a tantas barbaridades que se cometen sin que ninguna organización de prensa abra su boca. Es decir, todos están conformes con el látigo que impera a la fecha donde se ha llegado al extremo de “vender derechos” para transmisiones radiales de Liga 1, Liga 2, Liga 3, Copa Perú, amistosos internacionales, la noche negra, azul y blanca y hasta despedida a Lozano.
Esas abusivas medidas que llegan al colmo de estar entregadas a medios de comunicación que por su capacidad de convocatoria y fuerza financiera, compran hasta lo que nunca cubrirán, porque de lo que se trata es que nadie más que ellos puedan tener presencia en un campo de juego o hasta en un coliseo de vóley. El público no les interesa en lo más mínimo.
Hablamos de esos tremendos grupos que tienen alrededor de 300 o más repetidoras en el país y que se solazan de sentarse en cualquier norma que proscribe el monopolio, pero que ellos tienen patente de corso para hacer lo que les viene en gana. Y dejan tan mal parado a un estado paquidérmico y silente, incapaz de ponerle candado a tanta insolencia.
Pero a renglón seguido son tan frescos de transmitir los certámenes más inverosímiles “viendo la televisión” diciendo que tienen presencia en todas las canchas. Es decir, lo que durante años llamé “piratas radiales” cuando estuve al frente de una irreverente emisora como Radio Callao.
Sin embargo, esas acciones que mutilan el periodismo radial bien hecho, hoy en su peor momento, tiene una suerte de bálsamo cuando veíamos el pasado fin de semana que en el entretiempo del partido Barcelona – Atlético de Madrid, estupendo de principio a fin, juego sin tregua ni pausa, Julián Álvarez declaraba en el entretiempo, haciendo añicos esos códigos impuestos por las cadenas en concordancia con dirigencias sumisas, donde tienen encerrada a la prensa en un galpón sin permitir su trabajo.
Hay mucho por hacer en la materia. Ahora queda pendiente una asignatura que no debemos mirar por sobre el hombro. Hacer periodismo en serio y no permitir que promotores advenedizos ocupen lugares donde no tienen oficio, ni beneficio. Gente con rodaje empresarial pero sin carné deportivo. De verdad que en la prensa deportiva, lamento decirlo, todo tiempo pasado fue mejor.
Por Bruno Espósito Marsán
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.