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Porky y Keiko, ¿segunda vuelta en 2026?

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Fecha Publicación: 20/09/2025 - 03:44
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A inicios de este año comenzamos a elaborar breves análisis y comentarios sobre algunos actores y grupos en competencia política y electoral. Vamos a continuar con ello, considerando a izquierdistascentristas y derechistas. No solo exploramos las potencialidades y debilidades de candidatos para una primera vuelta, sino también posibles escenarios para una segunda ronda el próximo año. Uno de ellos, y quizá el que más teme el denominado sector caviar preocupado por la pérdida de espacios de poder, es una contienda final por la presidencia entre R. López Aliaga (“Porky”) y Keiko Fujimori.

Anotábamos que las elecciones generales de 2026 serán de una importancia muy particular. Ese año habrá un cambio central en el Ejecutivo cerrándose con la salida de Boluarte —la exvicepresidente del golpista y senderoide Castillo— otro ciclo tóxico que arrancó en 2021.

¿Qué escenarios se prevén en torno a las próximas elecciones? En este espacio iremos realizando algunos apuntes con varias posibilidades considerando, por supuesto, la naturaleza altamente impredecible de la política. Es decir, toda foto del juego político interno del momento puede cambiar o convertirse en una misma serie instalada de capítulos más o menos proyectados. Actualizamos aquí un primer intento.

Una de las evaluaciones que se ha hecho muy común entre varios comentaristas políticos es que,  inevitablemente, se tendrá a un candidato izquierdista y un derechista en la segunda vuelta del 2026. Es decir, se repetiría el cuadro polarizante de 2021 que enfrentó al prosenderista Castillo y a la fujimorista Keiko. Esta idea se refuerza considerando que las encuestas muestran a la heredera de Alberto Fujimori moviéndose adelante en la intención de voto presidencial. No obstante, el antagonista esperado, Antauro Humala, ya no podrá postular al Ejecutivo (el debate sobre si aún podría hacerlo al Congreso bicameral continúa) desarmando el escenario estimado. ¿Habrá alguien que intente llenar el espacio del extremismo antaurista o del antisistema "electoral" de izquierda? Está por verse (quizá Guillermo Bermejo apueste a esa chance, ver a propósito: "¿El reemplazo de Antauro?", 25/11/2024. M Lagos. Expreso).

Surge entonces la pregunta, ¿qué efectos habría si son dos opciones de derecha las que se disputan la segunda vuelta en 2026? Varios sondeos muestran a Keiko y "Porky" encabezando las preferencias presidenciales —seguidos por el humorista Carlos Álvarez—. Hay quienes creen, por cierto, que los porcentajes de apoyo a ambos son mayores a los que arrojan estas encuestas.

Como es evidente habrá una enorme fragmentación en la primera vuelta, lo que permitirá que los dos con más votos, así no superen el 10% en las urnas, pasen al balotaje. La polarización entonces agarra aquí protagonismo sobre todo si quienes compiten es uno de izquierda y otro de derecha. Esto podría amainar o regularse si, en cambio, son dos del mismo lado del espectro político los retadores (y si por supuesto suponen una tendencia prosistema). En ese sentido, Porky y Keiko podrían instalar una competencia distinta, dependiendo de si optan por una política de lucha —o de confrontación permanente— o una política de consensos; es decir, no de ataques irracionales o hasta infantilizados, sino de respeto y cordialidad, de propuestas concretas ante la opinión pública, de debate y de sana competición. Una madurez política que desescale las tensiones, las diferencias actuales y cancele la posibilidad de repetir el imprudente choque que hubo entre un manipulable PPK —infiltrado por el sector "centrista" caviar— y una afiebrada Keiko en 2016. De hecho, también se ha detectado que la población —aunque mayoritariamente escéptica con el menú político actual— quiere también consensos o acuerdos... y soluciones operantes a los problemas nacionales. ¿Es factible un contexto así? Difícil pero no imposible.

Una factible segunda vuelta entre Porky y Keiko removería totalmente las líneas políticas divisorias actuales, por cierto. Tiene el potencial de alterar sorpresivamente la pauta de poder nacional, impactando además en la dinámica política y las pulsiones regionales y municipales. Es lo que en el análisis político llamaríamos como un reajuste general de relaciones. Se está ya ante un proceso eleccionario con 43 organizaciones políticas inscritas que entran a un juego político, sin duda, encarnizado. Muchos candidatos incluso —reconociendo sus limitaciones— con mayor atención en llegar a ser senadores, más que en ser presidentes (pasó con A. Fujimori en el 90 quien apostaba inicialmente solo a ser senador).

¿Tener a dos ramas de la derecha en segunda vuelta frenaría además el riesgo de otro extremismo izquierdista "electoral", violento y antisistémico? Al menos sí en el inmediato plazo. Hablamos de derechas que pueden tener posturas radicales o muy arraigadas en ciertos temas de la "agenda de valores" (he ahí su potencial precisamente al ser el Perú un país predominantemente conservador), pero no de derechas extremistas y violentas de fondo (salvo por ciertos grupúsculos bulliciosos, aunque marginales), como sí se ve operando en Perú a no menores sectores de la izquierda. Ahí están por ejemplo quienes catapultaron al prosenderista Castillo y que van apostando, otra vez, por la ventana táctica electoral dispersos en apariencia.

Veremos entonces si este primer escenario que sondeamos brevemente a inicios de año, mantiene o agarra más tracción en el caprichoso, volátil y amorfo proceso político peruano.

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