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Por siempre, Yola

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Fecha Publicación: 10/07/2024 - 20:00
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Yola Polastri es sinónimo de infancia, de la infancia feliz y plena que regaló a millones de niños peruanos, hoy de base treinta, cuarenta o cincuenta, que la recuerdan con cariño y añoranza. Yola en sus programas era una niña más, una muchacha bella, divertida, ocurrente y graciosísima que todos los niños mirábamos embelesados y con la boca abierta, creyendo a pie juntillas estar ante un ser perfecto que jamás se equivocaba y que venía de una especie de limbo dorado en el que todo era alegría y juegos, música y baile con coreografías que tratábamos de imitar, así fuese en medio de un almuerzo dominical (cuando su programa se transmitía a las doce del día) o en medio de esas tardes lejanas y únicas en las que un amiguito nos convidaba a la sala de su casa para festejar su cumpleaños; aun en esas salas, Yola se colaba con su música y era la reina indiscutible.
Tuve la oportunidad gloriosa de presenciar, en diciembre de 1987, su show en vivo en el Estadio Nacional, junto a mi hermana mayor y a dos de nuestras amigas del colegio. Todas éramos hinchas acérrimas de Yola. Recuerdo a la perfección cómo su burbujita más talentosa, Patita Loyola, salió al escenario cantando “Campana sobre campana”, junto a los bailarines con cabeza de espuma de Yola, y recuerdo cómo los chicos gritábamos y nos emocionábamos como locos al ver enseguida a Yola Polastri frente a nosotros entonando villancicos con su característica voz ronquita y nasal. Había un mar de gente, todos coreando las canciones y el nombre de la animadora. Verla bailar y acercarse a las cuatro tribunas con esa chispa de siempre era un deleite, al punto que nos olvidamos por completo de los vendedores de canchita, manzanas acarameladas y algodón dulce, que minutos antes vigilábamos con desesperación para rogarles que vengan a nuestros asientos. Verla aparecer con su pandereta, sus guantes blancos y su precioso vestido de encajes era como realizar el sueño de todo niño de los años setenta y ochenta: formar parte de “La banda de Hola Yola”, y de bailar con ella como los pequeños que la acompañaban durante este tema al inicio de su sintonizado programa. Por unos instantes, las chicas creímos convertirnos en una de las “muñecas” del programa, con sus cabelleras de colores y sus zapatos brillantes de charol.
Los que tuvimos la enorme suerte de verla, en persona o por medio de la tele, jamás podremos olvidarla. Yola fue parte muy importante de nuestra niñez y creímos que, como todo lo que cala en el corazón, era eterna y nunca iba a faltarnos. Descansa en paz, querida hada de los niños.

Por Evelyn García 

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