¿Por qué solo 200 millas?
Antiguamente, la extensión del mar territorial era de apenas tres millas, justificadas por el alcance de un cañón de artillería (la conocida Cannon Shot Law), lo que vinculaba el dominio marítimo a la capacidad de defensa. Con el tiempo, ese límite se amplió a 4, 6 y luego 12 millas, no solo por mejoras en el alcance militar, sino también porque países escandinavos y la entonces Unión Soviética extendieron su mar territorial, estableciendo así una norma consuetudinaria. El mar territorial es considerado una prolongación del territorio del Estado, un espacio plenamente soberano.
En 1947, el presidente José Luis Bustamante y Rivero proclamó, mediante el Decreto Supremo 781, la soberanía y jurisdicción exclusivas del Perú sobre 200 millas marinas adyacentes a su costa. Esta histórica postura fue respaldada por Chile y Ecuador, y se consolidó con la Declaración de Santiago de 1952, que reafirmó el dominio marítimo de 200 millas para los tres países. Dicha posición, sin embargo, no fue contemplada en la Convención del Mar (Convemar) de 1982. Por ello, el embajador Juan Miguel Bákula Arias Schreiber no firmó la Convemar, y el Perú mantuvo su postura como principio constitucional.
La Convemar reconoce solo 12 millas de mar territorial, otras 12 como zona contigua, y 188 millas adicionales como zona económica exclusiva. Esta delimitación no recoge nuestra histórica demanda. En este contexto, el Perú debe actuar con suma cautela en el ámbito diplomático, evitando los llamados “actos propios”: conductas, declaraciones o documentos que generen expectativas internacionales y puedan tener consecuencias jurídicas, incluso si se afirma lo contrario. Recordemos el caso de los faros en la frontera terrestre con Chile en 1968, una decisión de Torre Tagle que, décadas después, perjudicó nuestra posición ante la Corte Internacional de Justicia.
Firmar documentos con la Convemar como marco, aunque sin efectos inmediatos, podría comprometer nuestros intereses a largo plazo. El tiempo político pasa, pero los efectos pueden durar medio siglo. La Convemar —que no está escrita en piedra— busca equidad donde muchas veces no la hay. Funciona para mares semicerrados como el Mediterráneo, pero no define con claridad los casos de Estados con mares abiertos, como Perú, Chile o Ecuador. Estos países, beneficiados por la corriente de Humboldt y su biodiversidad, tienen derecho a proteger su mar más allá de las actuales 200 millas.
Es hora de proponer una extensión a 400 millas, con una franja adicional de exclusividad económica que sirva de amortiguamiento. No hay un país físicamente al frente con quien colisionar, pero sí intereses económicos. Quienes impulsan mares internacionales lo hacen por intereses comerciales. Debemos defender nuestros intereses nacionales: no lo hará ningún colectivo internacional por nosotros. La Convemar misma admite que el derecho consuetudinario y los nuevos acuerdos pueden perfeccionar cualquier tratado. Es hora de mirar lejos y actuar en defensa del Mar de Grau.
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