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Por la buena imagen del Congreso

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Fecha Publicación: 14/08/2022 - 22:35
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Repasando la vida y pensamiento de Karl Marx, reparé en que muchas de las cosas que a él le preocupaban siguen aún en la agenda pendiente que los gobiernos tienen que resolver. Lo mismo sucede con Haya de la Torre, donde sus fundamentos que explican la crisis económica indoamericana de la mitad del siglo pasado siguen vigentes y ni qué decir de Víctor Andrés Belaunde que instituyó el término “peruanidad” que es un sentimiento que identifica a todos los peruanos sean marxistas, apristas o de cualquier ideología política.

Si algo aprendí del arte de la política es que será eficaz cuando los postulados que se prediquen, aunque sean de diversas fuentes ideológicas, deben ser transversales, es decir de interés de todas las clases socioeconómicas, de tal forma que exista un “interés común” que lleve a sus actores a coincidir en la forma de solucionar los problemas que se pretendan resolver.

Si revisamos la prensa de hace cincuenta años, es muy probable que la descripción sobre el funcionamiento del Congreso sea muy similar a lo que los diarios nos describen hoy sobre el Parlamento. La diferencia consiste que, en los ochenta, eran los cronistas parlamentarios quienes narraban los escándalos mientras hoy, gracias a las tecnologías de la información, es el ciudadano quien los ve directamente generándose así su propio juicio valorativo.

Presumo que los parlamentarios al estar tanto tiempo en el Congreso, se acostumbran al entorno, a los discursos, a las cámaras de televisión y a todo lo que les rodea y que, sin darse cuenta, se mimetizan y actúan como si estuviesen en su domicilio y de forma tan natural que salen a relucir sus actos inconscientes sin darse cuenta del daño que le hacen a la imagen del Congreso.

Eso quizás fue lo que pasó en la última sesión del Congreso, donde se desataron escándalos gestuales lamentables inconscientes, pero también frases inapropiadas conscientes que originaron desórdenes que se deben evitar en el futuro.

Se pueden dar mensajes claros sin necesidad del insulto o la agresión física, lo que demostraría que los parlamentarios que ya no son tan nuevos transmitan ante la opinión pública coherencia en su comportamiento acorde con la investidura que tienen.

La historia descrita en el primer párrafo nos dice que los problemas de nuestra sociedad no distinguen ideologías y que las bancadas pueden coincidir. Hay mucho por sugerir, veremos cómo nos va esta vez.

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