Por hondo que sea el mar profundo
En su libro La Batalla del Desierto, el gran poeta mexicano, José Emilio Pacheco, recuerda, al rememorar su primer amor cuando niño, el viejo bolero de su país cuya letra aún perdura: “Por alto está el cielo en el mundo/ Por hondo que sea el mar profundo/ No habrá una barrera en el mundo/ Que mi amor profundo no rompa por ti.” Y escribe: “Lo único que podía es enamorarme en secreto, en silencio, como yo de Mariana. Enamorarme sabiendo que todo estaba perdido y no había ninguna esperanza.”
Mucho más tarde Pacheco escribió estos versos elegíacos: “No amo a mi patria/ su fulgor abstracto es inasible/ Pero aunque suene mal/ daría mi vida por diez lugares suyos/ cierta gente…/una ciudad deshecha/ gris, monstruosa.”
Mi patria está de fiesta y una mezcla misteriosa de júbilos y penas se conjugan en mí. Creo que el Perú es mi gran amor infantil. Como decía Rainer María Rilke, la infancia es nuestra verdadera patria. Seguramente sin saberlo fui sintiéndome hijo de esta tierra. Estaba en mi madre, en mi papá, en mi calle, en mi colegio. Y me enamoré de ella –como Pacheco de Mariana– y entonces escuché en el fondo del alma esa vieja canción que tarareaba mi mamá: “Por alto está el cielo en el mundo/ Por hondo que sea el mar profundo/ No habrá una barrera en el mundo/ Que mi amor profundo no rompa por ti.”
Cierto que en los años corridos desde la infancia, he sentido más de una vez esa agria sensación del fracaso personal y nacional que fluye de esta certeza: “Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza.” Muchos se marchan, muchos se doblegan con el quehacer de cada día, muchos ya no toleran más las farsas y las comparsas. ¿Qué hacer? No lo sé, pero por alto está el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo…
Borges dijo que “nadie es la patria, pero todos lo somos.” Y añadió: “Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso.” El mismo Borges que balbuceó sobre su ciudad: “No nos une el amor sino el espanto/ Será por eso que la quiero tanto.” “Te quiero, país, pañuelo sucio/…te quiero/ sin esperanza y sin perdón/ sin vuelta y sin derecho” clamaba Cortázar desde sus noches belgas. Y Marco Martos, el poeta y académico, mi colega de los martes en esta misma página, escribió: “El Perú no es tu país/ porque conozcas sus linderos/ ni por el idioma común /ni por los nombres de los muertos./ Es tu país/ porque si tuvieras que hacerlo/ lo elegirías de nuevo/ para construir aquí/ todos tus sueños.”
Jorge.alania@gmail.com
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.