Pongamos en su sitio al genocida colombiano
Susana Villarán llegó hasta la alcaldía limeña, endiosada por las izquierdas. Su objetivo fue convertirse en diva del socialismo sudaca. En 2021, una de sus primerísimas iniciativas fue condecorar al terrorista Gustavo Petro, asesino en masa de colombianos y, paralelamente, narcotraficante. Villarán le dio la Medalla de la Ciudad y lo declaró Huésped Distinguido de la Ciudad “por su trayectoria política y profesional” (sic). Villarán lo hizo por pura empatía ideológica e intereses políticos, sin importarle aquella trayectoria criminal, sanguinaria e inhumana del citado terrorista colombiano. Petro es, además, un declarado enemigo del Perú por razones políticas: porque aquí rechazamos el totalitarismo al que este siempre apela, en su versión más enconada, aunque hipócritamente revestido de democrático.
Hoy, el actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, ha propuesto retirarle la medalla y el título de “Huésped Distinguido” de Lima que le dio Villarán, y declararlo persona no grata por su comportamiento como presidente de Colombia, desconociendo la soberanía peruana sobre la isla Santa Rosa en Loreto. Quizá más adecuado sería retirarle la condecoración por su trayectoria personal y luego declararlo persona no grata por desconocer el Acuerdo Salomón Lozano, que puso fin a la guerra entre Perú y Colombia. Recordemos que este tal Petro fue un dirigente del M-19, manada terrorista calificada como “subversiva” por las izquierdas sudacas (tal cual los zurdos peruanos califican como “luchadores sociales” al MRTA y Sendero Luminoso), autora de despiadadas torturas y asesinatos a muchas decenas de miles de colombianos. Sin embargo, tras el “Acuerdo de Paz” suscrito en 1990 por Petro con el entonces presidente de Colombia, Virgilio Barco, este terrorista se convirtió primero en congresista, luego en alcalde y actualmente es presidente de su país.
No obstante, consciente de su truculento y criminal pasado, Villarán lo condecoró en nombre “de todos los limeños”. Un ritual que utilizan los zurdos para estimularse entre ellos cuando destacan por su inhumana truculencia, ¡no por acciones a favor del pueblo! Por eso, hace bien López Aliaga en plantear la nulidad de semejante traición por parte de Villarán, una autodeclarada delincuente y compinche de Odebrecht, de quien recibió US$ 11 000 000 en billetes, alegando: “para mi campaña reeleccionista”.
Hoy Petro alucina, avivando ese olor a sangre que lo embruja, tras ordenar la siembra de banderas colombianas en la peruanísima isla Santa Rosa; y así tener motivo para ordenar “¡Fuego!” contra nuestros compatriotas, desencadenando una guerra para evitar que las mayorías colombianas lo echen del poder por abusivo y demagogo.
No permitamos que un asesino masivo azuce a su gente al límite de la paranoia. Nuestra Cancillería debe denunciar la provocación de Petro ante la Corte Internacional de Justicia, por más que ahora Colombia ya no forme parte de este ente.
¡El Acuerdo Salomón Lozano respalda fehacientemente la posición peruana! Es hora de que Torre Tagle saque a relucir el acrisolado bagaje diplomático que ha heredado de insignes diplomáticos peruanos, antes que sigan escalando los intentos de provocación armada que viene azuzando un terrorista, matón que, inconcebiblemente, hoy gobierna un país ejemplar como Colombia.
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