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Políticas culturales y videojuegos

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Fecha Publicación: 06/04/2023 - 22:30
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Normalmente, el ruido político en el Perú no da tiempo para que, desde la ciudadanía, reflexionemos sobre las necesidades que tenemos como sociedad. Fomentar una mejor convivencia es la labor fundamental del Estado, algo que parece no funcionar del todo bien en nuestro país.

Las sociedades, por lo general, demandan a sus Estados tres servicios fundamentales: acceso a educación de calidad, pues es lo que permite la movilidad social y el desarrollo; acceso a salud con dignidad, porque con esta se cuida lo más importante en la existencia humana; y seguridad física y material, porque es lo que permite que los seres humanos vivan en sociedad y coexistan sin violencia.

Estas preocupaciones fundamentales suelen fomentar que las sociedades (principalmente las que no las tienen resueltas) dejen de lado discusiones sobre otros tipos necesidades, que también contribuyen con el desarrollo integral de las sociedades.

Las políticas culturales, por ejemplo, a pesar de su impacto en la economía y en la construcción de ciudadanía, no suelen considerarse prioritarias en el Perú, lo que fomenta que lleguen con retraso a nuestra realidad, evitando que sean aprovechadas en beneficio de la ciudadanía.

La cultura, al ser un medio de desarrollo, brinda posibilidades de participación al grueso de la sociedad, pudiendo, incluso, llegar a cambiar la dinámica de comunidades enteras, al fomentar la aparición de medios de producción diversificados, lo que a su vez apertura mercados y espacios de acceso a nuevos productos y servicios.

Un caso concreto se aprecia con la industria de los videojuegos en el Perú, que, si bien ha empezado a recibir reconocimiento por parte del Estado, es mínimo en comparación a otros países de la región.

Hoy en día los videojuegos son lo que en su momento fue el cine, un crisol de todas las artes que permite nuevas formas de expresión y, por lo tanto, son producción cultural que puede convertirse en un medio de desarrollo. Su mayor diferencia con el cine, aunque cada día más tenue (porque las artes se alimentan entre ellas), consiste en la posibilidad de interacción con el producto; en los videojuegos no se es un simple espectador pasivo, sino que hay que tomar las riendas y ganar o perder.

En distintos países, se viene fomentando la investigación y la creación de videojuegos con fines didácticos, de difusión y promoción. Instituciones públicas y privadas a lo largo del mundo financian, capacitan y brindan asistencia a quienes crean videojuegos para enseñar diversas materias escolares, como historia, matemáticas, comunicación, o informar sobre problemas sociales como la violencia o el machismo a la población, e incluso para capacitar al personal de empresas e instituciones, también se están creando videojuegos para promocionar actividades económicas como el turismo.

La masificación de los teléfonos inteligentes ha permitido que la gran mayoría de personas, sin importar su edad, puedan acceder a este formato, por lo que hoy se puede considerar la herramienta más potente para transmitir conocimiento y difundir diversos conceptos.

Esta industria es una gran fuente de empleo de lo que se conoce como economía naranja (de valor intelectual), pues involucra a equipos de especialistas, técnicos y empresas, quienes desarrollan todo el proceso de un videojuego.

Participan profesionales de todas las áreas, desde redactores hasta programadores y dibujantes, analistas y científicos sociales. Y, en todo el mundo, viene generando un aproximado de 180 mil millones de dólares al año en ganancias.

En el Perú, donde la industria de los videojuegos es aún pequeña y frágil, el Ministerio de Cultura, desde hace unos años, brinda un estímulo económico para la producción de videojuegos. Si bien sus bases se han ido actualizando según los requerimientos más urgentes de los productores peruanos, el espacio sigue siendo limitado para las potencialidades que tiene esta industria cultural, que cada día viene generando más puestos de trabajo en nuestro país.

Hacen falta políticas culturales que aseguren el fortalecimiento y la expansión de las industrias culturales, principalmente las que vienen despuntando en el mundo. De aprovecharlas a tiempo, se podrían convertir en espacios de participación democrática con desarrollo, lo que haría del Perú un país con más oportunidades para todos.

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