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Piura

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Fecha Publicación: 18/05/2019 - 20:40
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Nací en Piura hace 41 años, en El Alto (Talara), en el Barrio Plomo y viví allí hasta 1983 cuando, damnificados por el fenómeno del Niño, mi padre nos llevó a vivir a Trujillo. Piura entonces se convirtió en esa añorada tierra a la que retornábamos durante los meses de enero, febrero y marzo. La abuela tenía su casa en Los Órganos. En aquel entonces aún no llegaban las tortugas del Ñuro, pero los niños íbamos al malecón a presenciar con asombro el avistamiento de las ballenas.

Así fue hasta que cumplí 14 y cambié Los Órganos por Talara, ciudad que conocí gracias a mi primer empleo: piloteando un viejo triciclo con el que distribuí los productos de la tienda del tío Jorge. Después de Trujillo nos instalamos en Cajamarca, Tumbes, Lima, cual desplazados o gitanos que, en mi caso, lo único que me afirmaba que pertenecía a alguna parte, era pensar en Piura, en su cementerio donde reposan los restos de mi hermano; en su puerto, aquella estructura gigante donde aprendí a reconocer los barcos. A Piura le debo mi amor por el país: tenía 17 cuando retorné a El Alto.

Había publicado mi primer libro y con la osadía de la juventud me acerqué a su Alcalde. Don Ángel Mena Gutiérrez me observó con sencillez y me pidió que lo acompañe al centro de la Plaza, allí me invitó a que realice el izamiento de nuestra bandera. Aquella mañana entendí el valor de nuestros símbolos. La reverencia de mi gente, al observar cómo ese muchachito izaba el Pabellón Nacional, es el registro más hermoso que conservo de mi tierra.

Por eso ahora que coordino con mi amigo Carlos Girón sobre cómo fortalecer el acceso y la democratización de la lectura, no puedo evitar este viaje a la nostalgia. Piura me recibió hace 41 años. Era abril: otoño, luego me despidió en invierno, pero retorné en verano. Ahora toca encender su primavera.

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