Petroperú: grave amenaza nacional
Hasta el primer trimestre de este año, Petroperú ya había perdido S/.470 millones (US$11 millones). Adicionalmente, entre 2013 y el mes pasado los “salvatajes” que han venido otorgándole sucesivos gobiernos –empezando por Ollanta Humala– a la petrolera estatal superan largamente los US$6,500 millones de dólares. Esto, adicional a asumir la deuda bancaria y la deuda institucional (bonos) que acabará pagando usted, amable lector, como integrante del glorioso Estado peruano. Por cierto, cada ejercicio contable de la politizada petrolera estatal solo arroja pérdidas; y continuarán replicándose sine die hasta que, finalmente, alguien se apiade de los peruanos y declare en quiebra a Petroperú.
Fue durante el régimen de Humala cuando un socialista de cuño, llamado Humberto Campodónico, resultó nombrado presidente de Petroperú. Lo primero que hizo fue contratar estudios para adquirir una “nueva refinería” para las instalaciones que esa empresa mantiene en Talara. Esto, en un país que apenas produce 40,000 barriles diarios de petróleo, de los 220,000 que le demanda elaborar solo combustibles. Por si fuera insuficiente este perjuicio, la refinería de marras nunca ha dejado de exhibir fallas desde que empezaron a probarse sus equipos, supuestamente concluidas sus instalaciones. Aunque es posible que las fallas obedezcan a problemas propios de una defectuosa fabricación. Comprenderá, amable lector, que quien decida echarle candado a Petroperú solo será alguien que no pertenezca a la izquierda, auténtica culpable de las crisis moral, institucional y económica que cada año se multiplica como la espuma.
Este escriba nunca ha dejado de señalar la gravedad de la colosal estafa llamada Petroperú, de la que seguimos siendo víctimas, por culpa de esos Campodónicos que medran del Estado para que, cada año, sus comisiones se multipliquen y eternicen. ¡Situación que no debemos permitir un minuto más! Pero encontrándose secuestrado nuestro Estado por las izquierdas en lo económico –y los caviares en lo político– la verdad es que solo un cambio político radical podría solventar alguna posible solución. Caso contrario, permaneceremos encaminados al desastre.
El régimen Boluarte es obviamente una monumental mascarada como autoridad. Empezando por sus orígenes espurios (su elección manipulada por el expresidente comunista del JNE Salas Arenas atestigua aquello). Por si no fuese suficiente, sus raíces comunistas están impregnadas de esa ideología por Vladimir Cerrón, dueño del partido Perú Libre, quien, en reemplazo suyo, puso como peleles en su plancha presidencial a Pedro Castillo y Dina Boluarte, pues él acabó siendo condenado por corrupción mientras ejercía de gobernador de Junín. Por tanto, mientras Boluarte continúe en la presidencia, será rehén de las izquierdas que demandan mantener viva a Petroperú; hoy convertida en la principal fuente financiera de innumerables estafas al Estado; lacra que permanece incrustada en medio del aparato público.
Condenados los Graña-Miró Quesada y demás “empresarios” y politicastros –dizque políticamente correctos, aunque envueltos en la estafa Odebrecht– solo un gobierno fuerte de derechas será capaz de erradicar a estos depravados que no cesan de robarle a Juan Pueblo. Necesitamos cortar de raíz la corrupción institucionalizada, en este Estado secuestrado por la izquierda y la neoizquierda caviar.
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