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Petro, un ex guerrillero sin visa ni futuro

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Fecha Publicación: 03/10/2025 - 21:59
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El presidente de Colombia, Gustavo Petro, tenía el derecho a expresar sus puntos de vista sobre asuntos internos o de política exterior de su gobierno en la 80.ª Asamblea General de las Naciones Unidas.
Así lo hizo, con firmeza y sin restricciones, cuestionando a los Estados Unidos e Israel sobre su actuación en la crisis de Palestina.
Pero a lo que no tenía derecho era a salir a las calles de Nueva York para participar en bulliciosas manifestaciones contra ambos gobiernos, a los cuales calificó de “genocidas” y, a la vez, aprovechó el mitin para exhortar a los soldados norteamericanos a desobedecer las órdenes del presidente Donald Trump, jefe supremo de las Fuerzas Armadas.
Esas declaraciones no solo constituyen una grave, torpe y grosera intromisión en asuntos de competencia interna de otro Estado, sino que apuntan a alentar la desobediencia militar, el desacato, la insubordinación; ante lo cual Washington ha procedido a retirar la visa al ex guerrillero, al igual que a varios miembros de su gabinete ministerial, solidarios con el demagogo mandatario latinoamericano.
Sin duda, el objetivo del líder izquierdista es capitalizar ese incidente, precedido por la desertificación de Washington a su país por la expansión de cultivos ilegales de hojas de coca y, más ampliamente, del narcotráfico.
En mayo de este año, en efecto, la DEA señaló que el 80 % de la cocaína incautada en territorio estadounidense provenía de Colombia. Otros reportes indicaron, asimismo, que del 2020 al 2025 se duplicó la producción de narcóticos, que pasó de 329 a 972 toneladas, y un estudio de la división especializada de la ONU evidencia que el sembrado de hojas de coca aumentó de 230 mil hectáreas en 2022 a 253 mil en 2023.
Petro, en su ofensiva antinorteamericana, pretende ganar titulares para proyectarse como el líder antiimperialista del hemisferio y utilizar esa bandera política en las próximas elecciones presidenciales y legislativas del 2026, en circunstancias en que 64 % desaprueba su gestión y 29 % lo respalda (ganó con 50,44 % de votos).
Su conducta, empero, siempre ha sido camorrera y desleal.
Cuando en 2023 fue invitado a España, antes de partir a Madrid lanzó una feroz y grosera ofensiva contra los anfitriones, tildándolos de “genocidas” y sosteniendo que durante la época de la Conquista “millones de personas murieron asesinadas, o por la enfermedad que traían. No fundaron civilizaciones, iniciaron masacres”.
A pesar de las ofensas, España no retiró la invitación, como correspondía hacerlo. Más bien, en una muestra de debilidad diplomática, recibieron a Petro con honores y lo trasladaron al majestuoso Palacio del Prado en un lujoso Rolls-Royce Phantom IV, escoltado por 40 vistosos jinetes del Escuadrón de la Escolta Real.
No agradeció esas deferencias protocolares y comentó, socarronamente, que “anoche, durmiendo en la casa donde dormía Franco, se me llenó de pesadillas la cabeza”.
Soslayando esos agravios, la gira continuó, rauda y pomposa. Los Reyes Felipe y Letizia ofrecieron una cena de gala a su ladino ofensor y lo premiaron con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica; más adelante, la Universidad de Salamanca lo colmó de elogios y otorgó la más alta presea de esa prestigiosa casa de estudios.
Así avanzaba Petro en el escenario internacional, hasta que el gobierno de Trump le tiró un portazo al retirarle la visa de ingreso a su país, decisión que, con seguridad, será complementada con sanciones económicas, financieras y comerciales.
Una lección de dignidad para gobernantes que abrazan y sonríen a sus verdugos, como hacen con Maduro, Ortega y Miguel Díaz-Canel, representante de la dictadura cubana sostenida por el Partido Comunista hace 65 años.