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Perú: tradicional, emblemático país minero

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Fecha Publicación: 18/06/2020 - 22:00
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Vizcarra ha usado US$ 27,000 millones del Estado –no “de mi gobierno” como le gusta decir– dizque para reactivar la economía. US$ 20,000 transferidos a grandes, medianas y pequeñas empresas a través del programa “Reactiva” (que incorpora a sociedades que Indecopi investiga por concertación, como imprenta Amauta, de El Comercio, que formaría parte del club de editoras de textos escolares con precios arreglados), y otros US$ 7,000 supuestamente para entregar “bonos para los más necesitados” (dinero que nadie controla a quién se le entrega ni realmente cuánto recibe).

Asimismo Vizcarra propone inversión pública millonaria para construir infraestructura, sabedor de que la corrupción sigue efervescente dentro del Estado. Como ha ocurrido con aquellas imperdonables compras sobrevaluadas de medicinas, mascarillas, camas UCI, oxígeno, respiradores, etc., realizadas sin control en plena emergencia sanitaria. Sólo faltaría que incluya a Odebrecht, Graña y Montero y demás empresas que le han robado al país, como postores para este botín aparejador de infraestructura.

Sin embargo, deliberadamente Vizcarra no menciona a la principal fuente reactivadora –que tiene el Perú– como solución para solventar la monumental crisis económica que se ha desatado en el país, a consecuencia del infame manejo de la pandemia por este gobierno. Por si Vizcarra lo desconoce, ayer el Perú ya ocupaba el deshonroso sétimo puesto –según número de contagios– entre las 194 naciones que registra la comunidad internacional afectadas por el Covid-19. Esa fuente reactivadora que solucionaría gran parte del desastre financiero-económico que implica la crisis en la que está envuelto el Perú, se llama Minería. Vizcarra –como antes el ladrón Humala con su grito de guerra “agua antes que oro”– le huye a la minería por imposición de sus secuestradores rojos.

Ellos saben que siendo el Perú intrínsecamente minero tendrá asegurado su bienestar social si utiliza la industria minera en su verdadera dimensión para satisfacer a los 30 millones de peruanos. Con lo cual, la izquierda pasaría bastante desapercibida. En ese caso, asimismo, el Estado no tendría que distraer un centavo para echar a andar proyectos mineros por US$ 60,000 millones. Estos vendrían exclusivamente del sector privado. Aquello generaría inmensos aforos de puestos de trabajo, enormes sumas de divisas e ingentes ingresos tributarios. Pero Vizcarra vetó la minería aunándose al atrabiliario gobernador arequipeño, con ese infame grito moqueguano “Tía María no va durante mi gobierno”. Lo hizo para no desentonar con la ultra antiminera, ensamblada por la dictadura progre-marxista para mantener empobrecido al Perú. El empresario minero José Vizquerra ha dicho que obtener un permiso para prospección minera en Canadá le tomó dos semanas; acá lleva ya quince meses y aún no tiene horizonte de aprobación. Antamina tomó 50 años ponerla en marcha; Conga, 25 años; Tía María lleva 20 años pendiente. En rigor, ralentizar la minería es una traición a la sociedad peruana, que permanece sentada sobre un banco de oro.

Necesitamos superar la depresión económica. Para conseguirlo Vizcarra debe olvidar su populismo y perderle el pánico al comunismo, aprobando expeditivamente aquellos US$ 60,000 millones de proyectos mineros demonizados por los rojos con respaldo de la prensa corrupta.