Perú, país económicamente adolescente

El Perú actual evoca la metáfora planteada por Luis Alberto Sánchez en 1958, en su libro “El Perú: retrato de un país adolescente”. Con su mirada crítica, nos reveló que somos una nación en proceso de definir nuestra identidad, enfrentando contradicciones y decisiones erróneas, especialmente en política económica. En los once meses del gobierno de Boluarte, los planes Con Punche 1 y 2, y el reciente Plan Unidos, parecen ser más una lista de intenciones que seguirán sin funcionar. La nuevas 25 medidas anunciadas, aunque bien intencionadas, son solo paliativos que no abordan los problemas estructurales para superar la recesión económica. Esto se agrava por la posibilidad de un fuerte fenómeno de El Niño este verano.

Preparándose para el CADE, algunos empresarios optimistas expresaron que este año el evento será un punto de inflexión para recuperar la confianza. Contrariamente, en este mismo espacio, el ministro de Economía dice sin decoro: “Cuando dijimos que no había recesión, es porque no había recesión”. Otros empresarios, desde la SNI apuntan a que el Plan de Recuperación Unidos debía ser una “bala de plata”, una última oportunidad para rectificar. Probablemente convencidos por las palabras de otros ministros que decían: “El Gobierno actúa con responsabilidad y probidad”. Con todo ello, la realidad económica muestra una pérdida del 1.2% del PBI, equivalente a 11,900 millones de soles, que empeora por factores como los conflictos sociales, Yaku, El Niño Costero y retraso en la pesca.
La “bala de plata” ya se desperdició. El Consejo Fiscal ha advertido sobre mantener la regla fiscal para conservar nuestra calificación de riesgo. El Plan Unidos, al alcanzar su límite de gasto y estar orientado para el mediano y largo plazo, deja en evidencia la falta soluciones inmediatas para problemas urgentes, como la liquidez y el apoyo a las Pymes. Las empresas necesitan efectivo para los siguientes meses que serán difíciles.

El gobierno propone proteger la cadena de pagos y el impulso sectorial, ofreciendo más créditos –de 5 a 15 millones soles– a las pymes formales. ¿Cuándo llegará el dinero? Transcurrirán varios meses para que la empresa sea calificada por un banco y consiga una tasa del 12.9% con suerte. Asimismo, hay otras medidas que son ejemplo claro de inacción y falta de compromiso por asumir el costo político: lentitud en la implementación de proyectos de simplificación que no penalizan a las entidades incumplidoras, o las trece medidas de gestión normativa para la minería que no parecen contrarrestar la ideología antiempresarial de la administración pública. La recuperación tardía del Fondo Mivivienda y la propuesta Hub Portuario basado en las iniciativas privadas en marcha de Chancay y Callao, son muestras de una falta de visión estratégica propia. Asimismo, la ausencia de medidas impactantes en la seguridad, especialmente en el emporio comercial como Gamarra, resaltan la desconexión del gobierno con las necesidades inmediatas.

En este contexto, es fundamental que el gobierno se alinee con la realidad y asuma el costo político con decisiones audaces. Dos acciones distintas de corto plazo por ejemplo serían: 1) suspender el pago del Plan Reactiva desde diciembre hasta marzo, aliviando así la carga financiera de muchas pymes; y 2) responsabilizar con sanciones a los funcionarios que no agilicen los procesos burocráticos, incluidos ministros, garantizando así una simplificación efectiva y uniforme de los TUPA este mes.

La percepción de estancamiento que dejó Castillo necesita revisión urgente. No todos los sectores han demostrado el mismo nivel de compromiso con las inversiones y la mejora de leyes laborales, algunos siguen evitando el diálogo con empresarios. El descontento actual con el liderazgo demanda cambio inmediato, tal como lo hicieron con el reciente nombramiento del canciller González-Olaechea, es un llamado claro a la necesidad de un liderazgo competente en el área económica.

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