Persia e Israel: una amistad olvidada
En la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi, los hebreos esclavizados en Babilonia cantan con nostalgia: “Va, pensiero, sull’ali dorate / Va, ti posa sui clivi, sui colli…” (Vuela, pensamiento, en alas doradas / posándote en colinas y montañas…). Este coro, uno de los más conmovedores de la historia musical, expresa el dolor de un pueblo arrancado de su tierra tras la destrucción del Templo de Jerusalén por Nabucodonosor en 586 a. C. La obra se inspira en hechos reales. Medio siglo después, Ciro el Grande, rey de Persia, conquistó Babilonia y en 538 a. C. permitió a los judíos regresar a Jerusalén y reconstruir su templo. Fue el primer decreto de libertad religiosa de la historia. Para los judíos, Persia fue el imperio que los liberó.
Hoy, sin embargo, Irán —heredero de aquella Persia— es uno de los enemigos más decididos de Israel y, por extensión, de Occidente. Desde 1979, el régimen teocrático iraní financia milicias como Hezbolá, Hamás, la Yihad Islámica en Gaza, los hutíes en Yemen y las Fuerzas de Movilización Popular en Irak, todas abiertamente hostiles a Israel y responsables de atentados incluso en Europa. Según The Wall Street Journal (10/10/2024), Teherán ha comenzado a usar redes criminales en Occidente para atacar intereses de Israel, afectando la seguridad global, incluida la latinoamericana.
Mientras Tel Aviv promueve una democracia plural, con sociedad diversa y sistema multipartidista, el poder en Irán se concentra en manos de líderes religiosos radicales, liderados por el ayatolá Alí Khamenei, que niegan el Holocausto y actúan con lógica de guerra asimétrica.
Israel ha respondido con una guerra encubierta: sabotajes a instalaciones clave como el principal centro nuclear en Natanz, eliminación de científicos atómicos como Fakhrizadeh (2020), y el robo de archivos nucleares (2018). Y ante el avance del programa nuclear iraní, ejecutó la operación “León Ascendente”, atacando más de 200 objetivos estratégicos sin desplegar tropas convencionales. Se destruyó infraestructura nuclear, radares, centros tecnológicos y se neutralizó a personal clave. Irán sostiene que su programa tiene fines energéticos, como si no contara con vastas reservas petrolíferas y gasíferas (es el segundo país con más gas natural del mundo).
Algunos acusan a Israel de ambiciones imperialistas, sin considerar que es energéticamente autosuficiente gracias a los yacimientos de Leviatán y Tamar. Posee agua dulce y desalinizada, alta tecnología, armamento nuclear, y no mantiene tropas de ocupación fuera de sus fronteras. Su lógica, más que expansionista, es existencial, de supervivencia.
Junto al estruendo de los misiles resuena el eco del Antiguo Testamento. En el capítulo 5 del Libro de Daniel, compartido por la Biblia judía y cristiana, una mano invisible escribe en la pared: “Mene, Mene, Tekel, Parsin” (contado, contado, pesado, dividido). Daniel interpreta: el fin del reino ha llegado.
Al entrar Ciro en Babilonia se cumplió la profecía.
La amistad unió a estos pueblos hace milenios. Hoy, el fanatismo islamista los separa. Y sobre ese abismo, Medio Oriente se encuentra en vilo si ambos no retroceden.
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