Periodismo en decadencia
Lectores, televidentes y radioyentes estamos siendo partícipes de un periodismo que avergüenza, sólo visto en la época del fujimontesinismo, cuando se hipotecó la pluma y se inclinó la cerviz.
Han pasado los años y nada ha cambiado, cada vez estamos peor, se pisotea la vida privada de las personas, sin desparpajo se difunden audios privados, la noticia se ha convertido en mercancía corriente.
Causa repulsa y vergüenza que ni si quiera se respete la muerte, como gallinazos meten las cámaras y micrófonos para entrevistar a los deudos, el llanto y la sangre es la noticia para la gran mayoría de “periodistas” que se han apartado de la norma ética.
Existen los Códigos de Ética de las entidades gremiales, pero para estar en los anaqueles de las instituciones y no para ejecutarlos. Los Tribunales de Honor tienen la facultad para intervenir de oficio o a petición de parte por las infracciones que se cometan contra las normas deontológicas; por tratarse de sanciones de orden moral, las que se impongan no pueden salir de este marco. Sin embargo, el Tribunal de Honor, sobre la base del imperio moral de sus fallos y la máxima finalidad que tiene, así como por la autoridad que le es propia, puede ejercer su función de proponer, la suspensión o la separación, según sea la gravedad del hecho inmoral del infractor, pero son entes de adorno.
Toda persona que se considere afectada por cualquier medio de comunicación social, tiene expedito su derecho de defensa moral, aparte de la acción contenciosa que sea pertinente y decida incoar.
La noticia es un bien público más que un factor de orden económico. Ha de valer por su contenido y por su forma de expresión. No tiene equivalencia comercial. Los medios de comunicación social no deben ofender la moral, las buenas costumbres, ni perturbar la tranquilidad a que tienen derecho los receptores.
La vida privada es inviolable, salvo el caso extremo de bien y necesidad públicos. Ella es patrimonio moral del titular y de su familia. Quién tiene cargo público no está exceptuado de ser objeto del legítimo derecho a la información y de crítica de parte de la prensa, si con su conducta pone en riesgo o desprestigia sus deberes de función.
Periodistas, editores y empresas comparten responsabilidad en bien de la sociedad. Es su deber salvaguardar los derechos humanos, su defensa y restablecimiento donde quiera que fuesen conculcados y quienes sean los que lo hagan.
Contribuyamos a mantener la inocencia de los niños y evitar difundir hechos que pongan en riesgo a la niñez y a la juventud. Si es indispensable informar, hacerlo con la mayor mesura posible. Más vale silenciar noticias escabrosas, basta una sola que informe sin dañar. Ningún periodista ni medio de comunicación social deben aprovecharse de la incultura ni de la proclividad a lo morboso.
Es inmoral propender a una mayor difusión y a elevar el “rating” explotando los instintos, la pornografía, las aberraciones, la privacidad, la intimidad y cualquier otro acto que ofenda la dignidad de la persona, así como el prestigio de la profesión de periodista y del medio de comunicación social. La familia y la sociedad deben confiar en la prensa y ésta merecerlo. Su ingreso a cada hogar es un privilegio que debe honrarse.
¡Hagamos algo ya, el periodismo se está prostituyendo y eso es una ignominia!
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