¡Peligroso escepticismo electoral para abril 2026!
La tarde del pasado viernes, el centro de Lima soportó una feroz balacera que alarmó a comerciantes y transeúntes. Ocurrió en la intersección de la avenida Abancay con el jirón Cusco, donde un fuego cruzado entre criminales desataba el pánico entre centenares de personas que transitaban por allí.
En Trujillo, ese mismo día —horas después— desconocidos lanzaron quince cartuchos de dinamita contra varias viviendas, así como establecimientos comerciales, produciendo una inmensa explosión que destruyó varios locales. Ambos actos criminales no fueron los únicos sucedidos la tarde del fatídico viernes. Aburriremos al lector haciendo un recuento de todos los hechos de violencia ocurridos ese día. ¡Como sucede a diario en Lima y diversas ciudades del Perú!
Esto grafica la inseguridad ciudadana que cotidianamente enfrenta nuestra población. Y estando a solo ocho meses de las elecciones, aquello genera no solo temor, sino desconcierto. Porque, aparte del miedo al terrorismo, la creciente falta de ética —y la permanente inclinación a la corrupción por muchos políticos— tiene efectos profundos sobre el votante.
No solo se trata de indignarnos moralmente, sino de comprender el comportamiento preelectoral ante la desconfianza institucional, debido a que la corrupción genera, en paralelo, pérdida de fe en el sistema democrático. ¿Razón? El votante ya no cree que su voto producirá cambios efectivos. Esta desconfianza conduce al votante a concluir que “si todos roban debemos aceptar que en eso consiste la democracia”. Lo que alienta el surgimiento de movimientos personalistas, improvisados y/o sin ideología. Y esto convierte a la política en un escenario infernal, donde prima el mensaje antisistema carente de propuestas democráticas; más bien propiciando el devastador populismo.
Esta falta de ética, sumada a la inclinación de muchos políticos hacia la corrupción, afecta la conducta electoral del votante porque rompe su fe en el sistema democrático, en el cual tradicionalmente ha confiado Juan Pueblo durante muchas décadas, incluso en tiempos de corrupción.
Coyuntura que ha dejado al Perú con seis presidentes enjaulados y uno en semilibertad, aduciendo enfermedad y/o tácticas leguleyas. Porque la realidad es otra: Juan Pueblo, el votante, ya no cree que su voto conseguirá producir los cambios necesarios en este país. Ha perdido confianza no solamente en los políticos, sino en el propio sistema democrático. Un terrible obstáculo para recuperar la senda democrática a la que aspira una inmensa mayoría de peruanos.
En el mundillo de nuestra política contemporánea prevalece el cinismo y la podredumbre. Porque el pueblo entiende que la mayoría de los políticos roba. Entonces, ¿de qué le sirve votar si los elegidos seguirán el camino trazado por aquellos seis expresidentes enjaulados; inclusive alguno en semilibertad por acogerse a triquiñuelas judiciales?
Esto fomenta que surjan tendencias políticas improvisadas, sin ideologías definidas; hasta de corte terrorista. Meta que forma parte del mensaje izquierdista que pide “adecentar” la política amnistiando a terroristas; criterio que utiliza el extremismo como praxis para atraer los votos socialistas.
Por último, quizá tengamos medio centenar de candidatos. ¡Y tamaño tsunami electoral ocurrirá en apenas ocho meses! Ajústese el cinturón de seguridad, amable lector.
Mira más contenidos en Facebook, X, Instagram, LinkedIn, YouTube, TikTok y en nuestros canales de difusión de WhatsApp y de Telegram para recibir las noticias del momento.