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“Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”

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Fecha Publicación: 26/04/2025 - 20:10
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Queridos hermanos:
Estamos en el Segundo Domingo de Pascua, el Domingo de la Divina Misericordia, también llamado Domingo in Albis. ¿Por qué se llama así? Porque este era el día en que los recién bautizados, los catecúmenos, que habían sido bautizados en la Vigilia Pascual, dejaban la túnica blanca que habían llevado durante toda la octava de Pascua.
La túnica blanca es el signo de la resurrección de Jesucristo. Así, nosotros también somos resucitados. Además, es fiesta de la Divina Misericordia porque en este día San Juan Pablo II fue llamado al cielo.
La primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, nos dice que hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. ¿Para qué? Para mostrar que Jesús está resucitado. Sacaban a los enfermos a la calle, en camillas, para que al menos la sombra de Pedro los cubriera y quedaran sanados.
Mucha gente de los alrededores de Jerusalén acudía llevando enfermos y poseídos por espíritus inmundos, y todos eran curados. Por eso, hermanos, pongámonos delante del Señor, que quiere curarnos. Él tiene poder para hacerlo porque ha resucitado verdaderamente.
Respondemos con el Salmo 117: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.” “Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.” “Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.” La piedra que desecharon los arquitectos —que es Cristo— ha llegado a ser la piedra angular. Ha sido un milagro patente, experimental. Por eso, decimos: “Danos salvación, Señor, danos prosperidad.”
La segunda lectura, del Apocalipsis, nos muestra la visión de San Juan. Dice: “Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, me encontraba en la isla de Patmos, y fui arrebatado en éxtasis el día del Señor.”
Y oyó una voz que decía: “Lo que veas, escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias de Asia. ”Las iglesias estaban perseguidas, asediadas por el demonio. ¿Y qué oyó Juan? Oyó: “No temas, yo soy el primero y el último. Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos. Tengo las llaves de la muerte y del abismo.” Cristo tiene las llaves de la muerte, el poder de resucitar. Él da sentido al sufrimiento y a la muerte.
En el Evangelio según San Juan, vemos el problema que tenían los discípulos: Estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos.
Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: “Shalom, la paz con vosotros.” Y les mostró las manos y el costado, las señales de su pasión, como prueba de que era Él, el Resucitado.
Y sopló sobre ellos diciendo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.” Pero había un problema: Tomás, uno de los doce, no estaba allí. ¿Por qué? Porque estaba alejado de la comunidad.
Cuando le dijeron que habían visto al Señor, él respondió: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto mi dedo en el agujero de los clavos y mi mano en su costado, no creeré.”
A los ocho días, Jesús se presentó de nuevo y dijo a Tomás: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos. Trae tu mano, métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino creyente.” Entonces Tomás cayó de rodillas y exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!” Y Jesús añadió: “Dichosos los que crean sin haber visto.”
Hermanos, muchas veces nos alejamos de la comunidad, dejamos de ir a la Iglesia.
Hoy, el Señor nos invita a retornar, como hizo Tomás, para ver signos evidentes de su resurrección. Este relato, concluye el Evangelio, se ha escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Cristo quiere darnos vida, y no una vida cualquiera, sino vida eterna. Así pues, hermanos, que en estos 50 días de Pascua vivamos este gran acontecimiento de la resurrección de Jesucristo, llenos de alegría y esperanza.
Y que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos vosotros.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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