¿Para qué sirve la monarquía británica?
El otro día le hice esa pregunta a un amigo que conoce algo del tema y me contestó que la monarquía es el gran agente de relaciones públicas de Gran Bretaña. Imagínate, me dijo, la desilusión que se llevarían los millones de turistas que van a Londres a ver el Palacio de Buckingham y les dijeran que ya no hay reina y que el palacio está deshabitado. Esos turistas quieren ver aunque sea una imagen etérea de la reina que se manifiesta en el cambio de guardia de ese maravilloso palacio.
Le repliqué, ¿te parece suficiente frente a los numerosos escándalos en torno a la monarquía británica? La princesa Margarita y su frustrado romance con Peter Townsend, con quien pudo casarse si renunciaba a sus títulos. Pero claro la Princesa Margarita quería seguir siendo princesa. Después tuvimos su infeliz matrimonio con el playboy fotógrafo Tony Armstrong-Jones de aficiones eróticas simultáneas. Los propios amoríos de Margarita con hombres más jóvenes que ella, con quienes protagonizó escándalos de la más diversa índole, que la llevaron a una muerte prematura en un ambiente de juerga, drogas y alcohol.
Luego el príncipe Carlos y su frustrado matrimonio con Lady Diana Spencer, bella aristócrata escogida como esposa siguiendo los consejos de su amante Camilla Parker-Bowles, casada con un oficial que en algún momento fue amante de su hermana la Princesa Ana, según The Crown. Ese matrimonio terminó en divorcio, que Diana calificó como demasiado congestionado por la presencia de Camilla, a quien después de la muerte de Diana, hizo su esposa ennobleciéndola con el título de Duquesa de Cornnwall. Tampoco podemos dejar de mencionar a la Princesa Ana, mujer simpática y discreta, que se divorció de su primer esposo para casarse con quien probablemente fue su amante durante su primer matrimonio. Y finalmente el Príncipe Andrés a quien ahora se le acusa haber tenido relaciones con menores de edad como consecuencia de sus dudosas relaciones con Jerry Epstein.
Y entonces mi amigo me contestó, te olvidas de la Reina Isabel, de su intachable conducta y su devoción al cumplimiento del deber, que ha convivido en excelentes relaciones desde 1952 con más de 10 primeros ministros. Y por cierto la errática pero no menos honrosa conducta de su marido el príncipe Felipe. Finalmente, me dijo, es un símbolo nacional que mantiene unido a un reino que de otra forma probablemente estaría desunido.