“Os doy un mandamiento nuevo”
Queridos hermanos, estamos en el V Domingo de Pascua. Del libro de los Hechos de los Apóstoles es la primera lectura y se nos habla de la expansión de la Iglesia: “Pablo y Bernabé iban animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe”. También hoy, hermanos, tenemos un mundo paganizado que ha abandonado la Iglesia. Abramos las puertas de nuestro corazón, nuestras parroquias a la fe, que nos ofrece la Iglesia como madre. Es esto lo que estamos haciendo en la Diócesis del Callao, una apertura a los fieles que nace de los presbíteros.
Respondemos a esta lectura con el Salmo144: “Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi rey. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad. Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad”.
La segunda lectura es del Libro del Apocalipsis: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: “Ésta es la morada de Dios con los hombres: acamparé entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios”. Hermanos, Dios ha puesto su morada en medio de los hombres y quiere que nosotros seamos su pueblo. Dios nos da un mandamiento nuevo: amaos como yo os he amado, en este amor conocerá el mundo que sois mis discípulos. En esta Pascua ha irrumpido en nuestros corazones para romper lo viejo, esas actitudes y hábitos que nos llevan a pecado, para crear en nosotros un hombre nuevo.
El Evangelio de San Juan nos dice: “Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros”. Esta es la señal que nos presenta la Iglesia: el amor que es un don, una gracia. Que se dé el amor entre personas que se han insultado, que no se soportan o que están enfermas; es una gracia a la que Dios nos invita. Lo nuevo, lo genuino, la novedad es poder amar. Lo dice san Agustín, que además escogí como parte de mi logo episcopal: “Ama y haz lo que quieras”.
Es esto lo que nos enseña la Iglesia, la capacidad de amar. Se nos da gratis, el poder amar y es también, la señal que nos da Dios. Si en nosotros hay una Iglesia, hay una comunidad que existe hermandad, comunión, amor y unidad; y esto lo que nos enseña y nos permite, ser cristianos. El mundo paganizado de hoy y los hombres alejados de la Iglesia verán esto como un signo de la existencia de Dios, vivo y que habita hoy, en medio de nosotros. Que este Espíritu de amor y fraternidad habite en cada uno de nosotros.
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