“Orgullo y prejuicio”, de Joe Wright
El film “Orgullo y prejuicio” (2005), del director británico Joe Wright, basado en la novela homónima de Jane Austen, se inicia cuando la familia Bennet (compuesta por los padres y las cinco hijas Jane, Elizabeth, Mary, Kitty y Lydia) acude a un baile para conocer al señor Charles Bingley, el soltero más codiciado de Hertfordshire, quien se acaba de instalar en la mansión de Netherfield. Bingley (de carácter alegre, franco y bondadoso, interpretado por el simpático Simon Woods) asiste al baile con su mejor amigo, el señor Fitzwilliam Darcy, un joven alto, guapo y de porte aristocrático, que de inmediato capta la atención de todos. El señor Darcy (caracterizado por el inolvidable Matthew Macfadyen), debido a sus modales, pasa por ser orgulloso, cuando en realidad le es muy difícil desenvolverse en ambientes donde no conozca a nadie. Algo similar le ocurre a Jane, la mayor de las hermanas Bennet, quien, a pesar de su esplendorosa belleza, es juzgada a veces como una persona indiferente y fría, cuando se trata de una joven a la que le cuesta exteriorizar sus sentimientos. Sus hermanas más pequeñas: Kitty y Lydia (Carey Mulligan y la desenfadada Jena Malone), son muchachas díscolas, les fascina danzar y coquetear, y viven embelesadas por los uniformes militares y por los bailes de sociedad. Muchas veces meten en problemas a toda la familia y la dejan en el más humillante ridículo.
Elizabeth o Lizzy Bennet (cuyo papel recae en la adorable Keira Knightley) es muy impetuosa e inteligente, deslumbra tanto por su atractivo como por sus observaciones agudas al señor Darcy, quien no logra sacarla de su mente, aunque, cuando ambos se encuentran, fingen tenerse antipatía y se enzarzan en diálogos que más parecen duelos donde se pone en juego el honor.
Con la frescura y profundidad que solo tienen los clásicos, “Orgullo y prejuicio” se lee y se aprecia con gusto, como si acabase de salir de la pluma de su autora, pues las aristas y ángulos que posee cada uno de los personajes nos recuerdan que nunca terminamos de conocer a nadie, ni siquiera a las personas que más amamos y a veces nos apresuramos a juzgar sus actitudes y nos las tomamos como algo personal, cuando en realidad tenían un origen muy distinto. Es así como solemos alejarnos de amigos o nos distanciamos de personas que admiramos, debido a nuestra excesiva sensibilidad y a un resentimiento fatuo de orgullo herido, que no tiene ningún asidero.
Por lo demás, la película original debe tener la escena final más bellamente romántica de toda la historia del cine (a lo cual, contribuye, y cómo, la fantástica música de Dario Marianelli), con un lenguaje y un tono que nos recuerdan la felicidad y la esperanza apabullantes que se sienten en la primera juventud.
El film puede apreciarse desde el 14 de agosto, con un final extendido y tomas nunca antes vistas, en las cadenas de Cineplanet, Cinépolis, UVK y Cinemark.
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