Orgullo y pasión

He cambiado tres veces el texto, igual el titular y las fotografías. Quería entregar una Crónica que tuviera el tono de amistad que sella esta temporada que para mí es de reencuentros y regresos. Tono que tuvimos en casa de Edgard Guillén la tarde en que estuvo Eduardo Vega Quijano recién vuelto de Nueva York. Nos reuníamos después de 30 años. Con ellos pude retroceder hasta los años 70. Entonces Edgard ya tenía una carrera y una imagen creada y ganada en el teatro desde el 7 de octubre 1960, debutó con el Grupo Alba bajo la dirección de Alonso Alegría en Hombres y Ratones, de John Steinbeck. El elenco tenía a Alicia Saco, Rubén Zanabria, Óscar Lozano y Alejandro Eliot. Ese año también lo vieron en Histrión Teatro de Arte con Diálogos y monólogos; y junto a su maestro, el recordado, Luis Álvarez en El acusador público, puesta en el Teatro La Cabaña.

Edgard, formado en el Teatro Universitario de San Marcos, a sus 86 años puede recordar y hablar de su “ orgullo y pasión”, los 67 que como actor y director ha vivido “la más bella aventura de mi vida”. Aventura que con su creación Teatro en mi casa, convirtió la sala en El Teatro más pequeño del Mundo, espacio en que desde 1993 de jueves a domingo abrió la puerta a un público entre el que hubo quienes por primera vez veían un espectáculo teatral gracias a la manera con que él los pudo convocar. Entrada libre y un sombrero al final de la función cuando se generaba una interesada conversación. Después de una pequeña pausa que levanta en abril del 2018 con su undécimo unipersonal Viviendo a Kazuo Ohno, homenaje al gurú del buto, danza japonesa, cerró esos más de veinte años en que por más de 9, en una versión suya, tuvo el Fausto de Goethe, y por 4 años y medio el Ricardo III de Shakespeare con traducción de Alonso Alegría.

Cerró la sala que fue espacio para Emily, que subtituló Canto a mi soledad, no hizo el papel de la actriz, “hice las entrañas de la obra con elementos muy ambiguos como son las ropas japonesas”. Cerró también los 67 años en que como actor y director ha vivido “ la más bella aventura de mi vida”. Aventura que incluye su Teatro Delivery, creación con la que “cobrando pasaje de ida y regreso más el costo de mi trabajo llegué a colegios, universidades, fábricas, oficinas y casas pituquérrimas”, calificativo creado por él. Estas nuevas permanentes vacaciones marcan el regreso a su otra pasión, el dibujo. Guarda el primero hecho siendo niño, un retrato de Marlon Brando, de trazos finos, similares a los que tienen los de Suzy Parker, famosa modelo y actriz de Nueva York, James Dean y otros buenos ejemplos.
Tomamos el lonche con empanaditas, una buenísima torta de chocolote, su preferida, y una conversación que trae sus vivencias infantiles en Puno, esas pequeñas teteras de cerámica hechas en Pucará, que su padre le traía de sus viajes, hoy son tesoros donde vive el recuerdo de su afecto y comprensión y en los que nace la colección que hoy tiene dispuesta en todos los ambientes de su casa. En la sala, comparten orden y detalle con la colección de máscaras, puestas en una pared y en otra, fotos de sus presentaciones, registran las firmas de José Casals, Germán Ballesteros, Renzo Babilonia, y los afiches con las de Cherman y Julio Granados. En un largo mueble, los álbumes que son un tema de museo con recortes de diarios y revistas, fotografías, algunas tan importantes como las de Carnet de identidad, obra escrita para él por Juan Gonzalo Rose, estrenada en La Cabaña, 1966. Está todo su periplo con la Compañía de Teatro Español de Tarsila Criado, los seis años de presentaciones en Europa, los veinte Festivales internacionales de unipersonales, los días de venta de garaje con su vestuario teatral, muchas piezas trabajadas por él, muebles, y cerca están sus dos libros, Memoria de mis memorias, y Mi desordenada memoria, presentada en el ICPNA, noviembre 2023. Venta con que despidió su orgullo y pasión.

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