OEA: ¿El Gobierno rompe su silencio?
Ha pasado desapercibida –o disminuida- la noticia de que este miércoles 18, a las 6 de la tarde, el premier Alberto Otárola participará en una reunión extraordinaria del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), integrada por el cuerpo de embajadores acreditados en Washington, con el propósito de abordar el tema “El Perú en la OEA: un nuevo y fortalecido relacionamiento multilateral”.
Esta es una magnífica ocasión para que el régimen deje al descubierto la falsa y torva narrativa de los presidentes de México y de Colombia, Manuel López Obrador y Gustavo Petro, así como de otros gobiernos del bloque del socialismo del siglo XXI, que han circulado versiones tracaleras sobre lo sucedido en el Perú.
Han dicho, como se recuerda, que Pedro Castillo fue víctima de un golpe de Estado parlamentario por ser un maestro pobre y serrano y que su destitución fue presionada por grandes empresas extranjeras, especialmente aquellas vinculadas a los hidrocarburos, temerosas de que no les renueven las licencias de explotación de los yacimientos concesionados
Una farsa, sin duda. Como también resultó una farsa sostener que fue detenido sin mandato judicial y que no cuenta con abogado defensor, cuando todos conocemos que después de intentar el fallido golpe del 7 de diciembre del 2022 la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, procedió a denunciarlo constitucionalmente, que 102 parlamentarios -incluyendo miembros de su propio partido- lo vacaron y que el juez supremo Juan Carlos Checkley ordenó el encarcelamiento.
Además, es público que Castillo cuenta con una brigada de abogados nacionales y dos extranjeros, los argentinos Raúl Eugenio Zaffaroni y Guillermo Croxatto.
Asimismo, en su campaña para victimizarse, Castillo alcanzó la cúspide del embuste al enviar un manuscrito al Papa Francisco diciendo que “no me dejaron gobernar desde el principio. No querían que el presidente del Perú sea un campesino, un cholo de Cajamarca y maestro rural. Fui destituido inconstitucionalmente [...] la gente de Lima se tapaba la nariz cuando pasaba por su lado porque decían que yo “olía”. Ese “olor” que no les gustaba, su santidad, es el olor del pueblo”.
¿Conocerá Castillo que el Octavo Mandamiento dice “no darás falsos testimonios ni mentiras”?.
En el texto al Sumo Pontífice introduce el aguijón envenenado de exhortarlo que no reciba a Dina Boluarte porque sus “manos están manchadas de sangre”.
Pero la farsa se ha extendido a otros oscuros escenarios porque ahora sostiene que intentaron envenenarlo, que fue secuestrado y golpeado por la policía cuando lo detuvieron y varias inconsistencias más.
Un mitómano mayor, imposible. En la misma categoría -o mayor- que Vizcarra y Toledo.
Pero existe otro tema que no debe ser soslayado por el premier: los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que pretende reactivar el caso de los terroristas Polay y Artemio, sentenciados en el fuero civil y militar, así como el sesgado dictamen presentado sobre los muertos en las violentas manifestaciones que convulsionaron al país, hechos que incluyeron ataques a cuatro aeropuertos, el incendio de locales del Ministerio Público, Poder Judicial y comisarías, bloqueo de carreteras y otros actos vandálicos.
Han pasado diez meses de silencio. Silencio lúgubre e inexplicable, que permitió el avance de una historia truculenta y falaz en el caso de Castillo y sobre los disturbios.
Ha llegado la hora, en consecuencia, que el primer ministro exponga claro y fuerte la verdad de lo acontecido.
La diplomacia no es sinónimo de mutismo, menos de agachar la cerviz ante la difamación o/y el engaño.
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