Obras son amores, además de buenas razones (el Sáhara marroquí)
En más de un artículo en esta columna que generosamente me concede el Diario Expreso, uno de ellos del 23 de julio de 2019, que recoge mi observación directa de las regiones de Layounne y Dakhla en el Sáhara marroquí, me he referido al proceso abierto por el Reino de Marruecos en el seno de las Naciones Unidas, hace ya casi sesenta años, para que se reconozcan sus derechos soberanos sobre esa vasta zona en momentos en que España tenía presencia colonial.
Lo que debió ser un tema resuelto en 1975, cuando España devolvió a Marruecos el territorio que ocupaba, se vio, lamentablemente, complicado con la tardía y oportunista pretensión de Argelia de convertirse en representante y protector de la población saharaui, siendo evidente que se trata solo de una táctica para su objetivo estratégico de conseguir salida al Atlántico a través de territorio marroquí.
Pese a la complicación que ha significado la intransigencia del gobierno argelino, en las casi seis décadas transcurridas, son ya más de 110 países miembros de las Naciones Unidas los que han reconocido el derecho soberano de Marruecos sobre el llamado Sáhara Occidental, incluidos España, Estados Unidos de América, Francia y numerosos países del continente africano.
Tal reconocimiento se debe no solo a las razones históricas y jurídicas que subyacen y al excelente desempeño del Servicio Exterior marroquí, sino, principalmente, a la decisión del gobierno y pueblo del Reino de Marruecos de dotar a los habitantes de la región sureña de plena participación política, autonomía y progreso económico-social, a través del Nuevo Modelo de Desarrollo para las Provincias del Sur. Este modelo ha significado la inversión de miles de millones de dólares en proyectos sociales (de educación, salud, saneamiento, cultura) y de infraestructura (portuaria y vial, especialmente), todos ellos generadores de empleo y bienestar, particularmente para jóvenes y mujeres.
Cualquier persona de buena fe que libremente pueda transitar por todo el territorio marroquí, incluidas sus provincias del Sur, puede notar de inmediato que coexisten en plena armonía diversas razas, culturas, religiones e incluso nacionalidades, y una gran dinámica de pequeños y medianos emprendimientos.
Marruecos tiene una posición estratégica importantísima en los espacios mediterráneo, atlántico, sahariano y africano y, gracias a su moderna Constitución Política de 2011, constituye un polo de seguridad, estabilidad y desarrollo, no solo para el continente africano, sino también para Europa y el mundo entero, tan necesitado de paz y entendimiento.
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