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Nuestra política chicha

Fecha Publicación: 19/02/2020 - 21:50
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El INEI nos dice, en una de sus publicaciones digitales, que, desde la Colonia, la concentración del poder político-administrativo en Lima, se cristalizó en el precario y diferenciado desarrollo entre la capital con el resto del país, fenómeno que se replicó y acentuó entre las zonas urbanas y rurales, a lo largo y ancho del Perú, generándose las grandes desigualdades que, hasta hoy, perviven.

El gran antropólogo José Matos Mar, en su obra ‘Desborde Popular y Crisis del Estado’, nos revela que, para fines de 1983, “…el número de pueblos jóvenes… la barriada, antes inexistente, se había convertido en el personaje principal de una Lima transformada.” Para él, este fenómeno social “…constituye uno de los mayores cambios en el proceso peruano. (…) La geografía física y humana de la capital ha sufrido una gran alteración, acompañando el gran cambio del país que en 1940 era rural (65%) y ahora urbano (65%).”

Quijotes, es un axioma que casi todos los que vivimos en Lima, somos el resultado de las migraciones. Nuestra sociedad, rememorando a nuestro querido antropólogo José María Arguedas, es un gran crisol de “Todas las Sangres”.

Con la migración trajimos, desde la ruralidad, las formas constructivas, las costumbres, ritualidades, simbolismos y creencias. Nos asentamos en la capital, reproduciendo las estructuras sociales que posibilitaron la convivencia y la cotidianeidad social, en los denominados Cono Norte, Cono Este y Cono Sur.

Peruanos, en la ruralidad predominan las costumbres, no el trámite administrativo. En gran parte de nuestro país no llega la sanción administrativa ni la justicia penal occidental, prevaleciendo la condena social como institución sancionadora, ordenadora y estructurante. Así, al llegar a Lima, donde no existía –tampoco ahora- capacidad administrativa, sancionadora ni persecutora, nuestros ancestros, edificaron bajos sus criterios culturales, desarrollaron emprendimientos de todo tipo sin mediar control, trámites, requisitos, impedimentos ni sanciones.

Así surgió y se instauró la Cultura Chicha, circunscrita inicialmente a espacios reducidos, pero que, tímidamente, poco a poco se fue mestizando con las costumbres, trámites, normas, sanciones y estructura social administrativa de la Lima Concéntrica, hasta imponerse.

¿Pudo ser de otra manera? ¡Pues no!, ya que las instituciones gubernamentales capitalinas no estuvieron preparadas para el crecimiento poblacional exponencial producto de las migraciones; añadiendo a ello, su incapacidad administrativa de origen y la inherente corrupción predominante.

Muchos de los congresistas, jueces y fiscales, policías, funcionarios municipales, regionales, de los ministerios y oficinas públicas, son el producto de la cultura chicha que han naturalizado la informalidad y la corrupción.Es tiempo del cambio, de modificar nuestras estructuras sociales. No optemos más por la condena social. Juzguemos y condenemos penalmente al delincuente, sin importar si están viejitos, enfermos, tengan hijos o lloran haciendo huelga de hambre. Si robaron al Perú… ¡A LA CÁRCEL!

Quijotes, es el tiempo de ordenar y formalizar nuestra sociedad. Para ello deben meterse a la política los jóvenes que cambien la cultura chicha imperante en los partidos políticos y en las instituciones públicas.

¡Hermanos peruanos, es tiempo de los mejores ciudadanos!

¡Jubilación Política Ya!