Nos habríamos ahorrado ríos de sangre
El Perú padece de una guerra de egos, ni el Ejecutivo ni el Legislativo están dispuestos a ceder en sus posiciones, sus mandatos gozan ciertamente de legalidad porque así está previsto en nuestra Constitución, sus poderes tienen fecha cierta de caducidad, 28 de julio de 2026, pero los constantes escándalos políticos, el ejercicio soberbio del poder de espaldas a la opinión pública, les ha hecho perder legitimidad; la inminente marcha del 19 de julio no será la última del 2023, éstas se seguirán suscitando con resultados de pronóstico reservado hasta que quienes ostentan el poder en un rapto de lucidez acuerden el adelanto de Elecciones Generales como debió aprobarse en diciembre del año pasado, el país se habría ahorrado ríos de sangre, vidas truncadas, hogares enlutados y ni qué decir la grave afectación a nuestra precaria economía.
Muestro mi asentimiento en el extremo de “que se vayan todos” y que se sancione a los culpables por las muertes de los civiles caídos por proyectil durante las protestas sociales desatadas a la caída del régimen de Pedro Castillo por autogolpe de Estado, sin embargo reza una frase “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”, el desarrollo de la marcha del 19 de julio (controvertidamente denominada “Tercera Toma de Lima”), pudiera escaparse de las manos de sus organizadores, no sería la primera vez que se infiltren anarquistas que pretendan sembrar caos en el país, los ánimos de los manifestantes pueden caldearse en extremo ante la presencia de las Fuerzas del Orden, las que no deben ni pueden restringir el derecho a la protesta de los ciudadanos, ni mucho menos reprimirlos a punta de bala, ya de esto se ha hablado hasta el cansancio, que el manifestarse críticos al poder es prerrogativa de toda persona, como también, el de respetar la postura de quienes no lo son.
Que no se use esta movilización como excusa para atentar contra la infraestructura pública y privada, al final reponerla saldrá de nuestros impuestos, es decir, del bolsillo de todos los peruanos, además no debemos perder de cuenta que la economía del país está en cuidados intensivos, los estallidos sociales de los últimos meses, sumado a los fenómenos naturales causó un enorme impacto negativo sobre todo a las pequeñas y microempresas, las que generan los puestos de trabajo que el Estado no puede crear y que quedaron al borde de la insolvencia (quiebra), sobre todo por el bloqueo de vías y carreteras, sería el tiro de gracia para miles de éstas, el que se repita un escenario así, por lo cual desde esta columna hago un llamado a la prudencia a los manifestantes, así como a las autoridades en su labor de mantener el orden público, el respeto por la vida humana debe estar por encima de todo.
Y aquellos políticos y politólogos que ensalzaban a Castillo y aplaudían como focas sus acciones de gobierno, no se cuelguen de estas protestas sociales, en el Perú sabemos de sobra quién es quién.
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