“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”
Queridos hermanos, estamos ante el Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. La Primera Lectura, del libro del Eclesiástico nos invita a quitar de nosotros la violencia y el rencor. Por eso dice: “¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?”. A nosotros que pedimos cosas a Dios, más en estos tiempos de pandemia, muchas veces nos sale el rencor cada día con quienes convivimos, con la familia o con los compañeros en el trabajo o el estudio. Por eso el Señor nos invita a guardar los mandamientos, a pedir a Dios que nos ayude a perdonar y a amar en medio de los conflictos que tenemos. Él nos lo concederá.
Por eso respondemos con el Salmo 102: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia”. Él tiene piedad de nosotros. Pidámosle al Señor su Espíritu. Dios perdona todas nuestras culpas y cura las enfermedades. Este salmo nos muestra que el Señor no nos está acusando, el acusador es el demonio, Satán, que nos dice que Dios no nos ama. “El Señor no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas”.
La Segunda Lectura que es de San Pablo a los Romanos dice: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo”. Nos invita el Señor a no vivir para nosotros mismos, para nuestros egoísmos, para lo que nos provoca, el ser exigente con los demás. Porque ahora vemos que nadie muere a sí mismo. Sin embargo, el Señor Jesús muere para darnos la vida. Por eso San Pablo nos invita a dar la vida para ser felices. “Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.”. ¿Cuál es la diferencia entre un cristiano y un no cristiano? El no cristiano vive para sí. El cristiano vive para el otro. Eso es ser cristiano, no vivir para sí, trascender al otro, porque en el otro está Dios.
En el Aleluya cantamos: “Os doy un mandamiento nuevo —dice el Señor—: que os améis unos a otros, como yo os he amado”. Por eso pidámosle al Señor que nos ayude.
El Evangelio, que es de San Mateo, dice que: En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: —«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?». Jesús le contesta: —«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.” Esto quiere decir siempre. Jesús pone un ejemplo: dice que hay uno que debía diez mil talentos (más de un millón de soles). Sin embargo, a quien se lo debe se lo perdona. Y cuando se lo perdona, se encuentra en la calle a otro que le debía cien denarios (tres soles), y lo lleva a la cárcel. Es una desproporción.
Frente a nuestros pecados, nuestro lugar es la cárcel. Pero Dios nos perdona. Si esto nos lo creyéramos cómo no perdonaríamos de corazón al otro. Por eso el Evangelio continúa diciendo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda”. Jesús dice que “lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».” Perdonar es un don. Para poder convivir en la pandemia pidámosle al Señor que nos conceda esta gracia de poder pedirnos perdón los unos a los otros. Dios ejercerá el perdón y seremos felices. Pidámosle al Señor este don. Esto es lo que yo pido para ustedes y para mí. Que la bendición de Dios esté con Ustedes.