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No subestimarlos

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Fecha Publicación: 23/07/2023 - 22:50
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El estrepitoso fracaso de la asonada promovida por una amplia alianza que incluía desde caviares hasta terroristas del Vraem, pasando por senderistas de la facción de Abimael Guzmán (Movadef), curas izquierdistas y sindicalistas sin bases, demostró, una vez más, que no son capaces de entusiasmar y movilizar a las masas, preocupadas por su sobrevivencia y desencantadas de todos los políticos.

Pero no hay que subestimar el peligro que representan. Han sido capaces de hacerse del poder usando mil artilugios. No hay que remontarse mucho en el pasado para comprobarlo.

Por ejemplo, el ignaro delincuente hoy recluido en la Diroes, ocupó Palacio de Gobierno en un proceso electoral irregular y fraudulento, a pesar de su evidente vinculación con el Movadef y su indiscutible ineptitud. Pudo hacerlo no solo por la inexorable tendencia de un amplio sector de electores a ilusionarse con la demagogia y el populismo, sino por el respaldo de la mafia caviar que, enquistada en el Gobierno de aquel entonces, los organismos electorales y muchas instituciones, lo avalaron.

El respaldo de Francisco Sagasti y sus secuaces fue muy importante para encaramar a Pedro Castillo y su gavilla.

Y he aquí otro ejemplo, esta vez de la pandilla de caviares, que siendo una ínfima minoría electoral y con una insignificante representación en el Parlamento, lograron algo absolutamente imposible en cualquier democracia razonable: hacer que la elección de los presidentes de la República y del Congreso, en noviembre de 2020, se efectuara escogiendo solo entre los caviares y comunistas de esa minoría.

Algo nunca visto, que la mayoría estuviera vetada, inhabilitada para ocupar los cargos más importantes.

Eso lo consiguieron básicamente gracias al apoyo masivo de los medios de comunicación controlados por los caviares, y del respaldo de varios de los grupos empresariales más importantes del país, que son culpables también –aunque no muchos se atreven a decirlo- de los desastres políticos que han ocurrido en los últimos años.

Y un poco antes, la coalición vizcarrista avanzó en destruir la institucionalidad en beneficio propio, disolviendo ilegalmente el Congreso, imponiendo “reformas” políticas y judiciales nefastas, y provocando una mortandad descomunal cuando llegó la pandemia del covid, al tiempo que hundían la economía en un hoyo muy profundo.

Aquí los caviares tampoco vacilaron en aliarse con el corrupto y siniestro Lagarto para lograr sus protervos fines.

En suma, lo que muestra la experiencia más reciente es que grupos relativamente pequeños –caviares, Movadef-, pero con influencia desproporcionada y alianzas deshonestas, pueden hacerse del poder y destruir lo que había mejorado en las últimas décadas.

Aunque han fracasado en su último intento, seguirán insistiendo en derrocar al precario gobierno de Dina Boluarte y al repudiado Congreso, infestado de sinvergüenzas y delincuentes, no para resolver los problemas del país, sino para seguir aprovechándose de los recursos del Estado en beneficio propio. Hay que impedirlo.

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