No son partidos, son bandas
El escándalo que involucra a la esposa y la hija/cuñada de Pedro Castillo ha hecho conocido a José Nenil Medina, alcalde de Anguía. Él llegó a ese puesto postulando por APP de César Acuña.
Ese “partido político” tiene amplios antecedentes en llevar a ese tipo de individuos a cargos públicos. El diario “El Comercio” ha hecho un breve recuento: “Crece la lista de representantes de APP con problemas con la justicia” (26/8/22), donde se señala a congresistas, alcaldes y ministros, actuales y anteriores, procesados o sentenciados por delitos de corrupción.
El “partido” de Acuña es muy representativo del sistema político peruano. Un libro de Rodrigo Barrenechea, “Becas, bases y votos” (IEP, 2014), mostró cómo construyó una red clientelista con el soporte de sus universidades y al reclutamiento de candidatos con posibilidades electorales, sin importar sus capacidades ni su honestidad.
Eso le ha dado un poder político considerable. En los últimos parlamentos ha tenido bancadas relativamente numerosas. Hoy día la presidenta del Congreso es de su grupo.
Con ese poder político ha reforzado sus muy rentables negocios. Es escandaloso, por ejemplo, que su principal universidad haya sido licenciada por la sobrevaluada Sunedu, a pesar de su pésima calidad y la evidencia que reparte títulos y grados de manera irregular, como muestra el ejemplo de Castillo y su esposa.
Dicho sea de paso, se equivocan quienes hacen llamados a Acuña para que en aras de su “prestigio” político enmiende el rumbo. Primero, porque él sabe que en las elecciones en el Perú eso tiene muy poca importancia. Y segundo, porque a estas alturas, lo que más le interesa es mantener sus florecientes negocios, para lo cual usa su influencia política. Si modifica su rumbo será solamente por un cálculo de conveniencia y no por otra cosa.
La organización criminal –según la fiscalía- que maneja Junín, los dinámicos del centro, tiene un “partido político”, Perú Libre, que hizo fraude (según una comisión del Congreso) y llevó al gobierno a Castillo. Ellos convirtieron en congresistas a sujetos acusados de terrorismo y vinculados al Movadef.
Somos Perú, que postuló como candidatos en las últimas elecciones al Lagarto y al sentenciado Wilmar Elera, y Podemos del procesado José Luna y el denunciado Enrique Wong, son otros de los “partidos” con representación parlamentaria que deciden los destinos del país.
Los llamados partidos tradicionales, con ideología y dirigentes experimentados, prácticamente desaparecieron. El JNE de Jorge Salas Arenas excluyó irregularmente al Apra y al PPC el 2021, perdiendo su inscripción legal. Y Acción Popular fue capturado por una coalición de alcaldes y gobernadores que han llevado a los “niños” al Congreso.
En el Congreso ahora existen 14 grupos o “partidos”.
En síntesis, es un error creer que la democracia zombi que languidece en el Perú puede regenerarse solo expectorando a Castillo del gobierno –cosa por demás improbable-. Está podrida desde los cimientos. Se requieren soluciones radicales.
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