No seremos millonarios, pero somos felices

Muchas personas creen que la felicidad está en función del dinero. No es así, es un estado de plenitud interna que permite compartir con los seres queridos, es sentirse bien, lleno de esperanzas y proyectos, no tiene clase social, la felicidad la puede sentir un operario, empleado, funcionario de cualquier rango, se construye a través del desarrollo de la vida, pero deben existir condiciones fundamentales, ser humilde, conocerte, ayudar al prójimo, compartir la vida con los seres queridos, tener amor propio, para comprender, ponerse en el lugar de la otra persona, no ser egoísta, ni ser tacaño, ni mezquino, entender el dolor ajeno y para eso se necesita sensibilidad humana, saber como has construido la vida interior.

Es importante distinguir el “poder y la soledad”, algunas personas creen que tener poder es la felicidad. No es cierto, cuántas personas tienen poder y se sienten solos, no son felices, el poder es efímero, pasajero, temporal, tiene un comienzo y un final; y también existe personas que no han tenido ningún poder y no son felices o felices. El sentirse feliz no es tener poder, dinero, herencia, apellidos, estatus social, económico, político, cultural, es una percepción de la vida, que parte de uno mismo hacia los demás, tiene mucho que ver con la familia donde has nacido, criado, cual ha sido la dinámica de la familia, los valores que te han inculcado, sí te han enseñado a diferenciar el bien del mal, haber aprendido que el ser humano vale por lo que es no por lo que tiene o pueda tener, los padres y maestros que has tenido, que cosa han sembrado y cosechado en tú interior desde que eras infante, adolescente, joven, adulto.

Un día observe a unos niños de barrio que jugaban  con una pelota de trapo, se les sentía muy felices compartiendo con los compañeros de equipo y del equipo contrario, al término del partido nos pusimos a charlar sobre los goles que habían metido, que siempre se reunían los sábados en la tarde y después las mamás de los niños les invitaban a todos a tomar lonche, que consistía en una taza con chocolate y un bizcocho, pero eran muy felices hablando del partido de los amiguitos del barrio, lo curioso fue que me hicieron participar me sentí muy a gusto y les prometí que el próximo sábado les iba a traer un  regalo una pelota de futbol, muy felices se sintieron; y el siguiente sábado llegue con la pelota que les había prometido, felices estaban esperando, empezaron a jugar, la mamá de uno de los niños se encargaría de guardar la pelota y la responsabilidad era compartida un sábado cada mamá. El juego en general especialmente en los niños es muy importante, los une en compartir para meter goles, aprender a ganar y perder, siempre con la esperanza que el próximo partido será mejor, no solo comparten la felicidad los niños, sino las madres y las personas de la comunidad que cuando eran niños habían pasado por la misma experiencia y colaboraban como árbitros y darles consejos para que sean mejores jugadores.

Enfatizó en los niños porque ellos son el futuro de un país, sociedad, familia, se les debe inculcar a manejar las alegrías y tristezas, para que sean fuertes y no débiles, que sus sonrisas reflejen que están felices, ayudarlos en sus momentos difíciles, si bien es cierto todo no es color de rosa, pero no se debe perder la esperanza de ayudar a los niños, moldear su personalidad y no crezcan resentidos con ellos mismos y con las demás personas que interactúan, allí radica que los niños no se desvíen por el mal camino, es una responsabilidad compartida, el Estado, la sociedad, los padres, familia, maestros, consejeros, tutores, por lo tanto, es una tarea de todos, empezando que se respete a la autoridad y que la autoridad no abuse de sus derechos, deberes y obligaciones, que los medios de comunicación educativos propalen “que un niño feliz, lleno de amor, comprensión, tolerancia será un ciudadano de bien para toda la vida y para las generaciones venideras”.

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