“No puedo respirar”
El mundo quedó atónito con las imágenes que mostraron la terrible brutalidad policial con que George Floyd, un ciudadano estadounidense afroamericano de 46 años, era asfixiado inmisericordemente por un policía de Minneapolis, Derek Chauvin, con la evidente complicidad de otros tres colegas suyos que en ningún momento hicieron nada para parar el asesinato, a pesar de los escalofriantes gritos de Floyd quien decía desde el suelo bajo la rodilla asesina de Chauvin: “I can’t breathe” (no puedo respirar). El execrable hecho trajo como consecuencia la ola de protestas y disturbios más grande que se ha visto en los Estados Unidos desde el asesinato de Martin Luther King acaecido en 1968, tanto así que en un evidente acto de desesperación y de pésima respuesta política, el actual presidente Donald Trump ha llegado al extremo de invocar la denominada Ley de Insurrección, firmada por Thomas Jefferson en 1807 y que solamente en la historia norteamericana fue utilizada por los expresidentes Dwight D. Eisenhower y George Bush en 1954 y 1992 respectivamente para movilizar al Ejército y vaya la casualidad en casos relacionados a lo que es un mal endémico en la sociedad de dicho país: el racismo contra los ciudadanos afroamericanos. Lo de Floyd no es un caso aislado, ayer un periodista de una conocida cadena de noticias internacional mostraba innumerables casos similares ocurridos a los de Floyd desde años atrás en USA y que comprueban que la actual reacción a ello ha sido simplemente la gota que rebasó el vaso.
El manejo desacertado de la crisis de Trump, quien en lugar de hacer un llamamiento a la calma y a la unidad, teniendo también en consideración lo terrible que los viene golpeando el coronavirus, siendo la nación con más fallecidos en el mundo por este mal, pasando ya las 100,000 víctimas; pues no se le ocurrió otra que reaccionar como sheriff del Viejo Oeste, al invocar la Ley y el Orden, a ridiculizar a los gobernadores de los diferentes estados por no sacar a las tropas a la calle, a hacer que repriman una manifestación pacífica cercana a la Casa Blanca, para luego posar oportunistamente con una Biblia en la mano, pues todo esto solo sirvió para un agravamiento de la peor crisis social a la que se haya tenido que enfrentar. Hay una frase atribuida a Trump en su anterior campaña presidencial: “Al final de mi mandato como presidente, os garantizo que tendré el 95 por ciento del voto afroamericano. Os lo prometo”. Pues hoy ya sabemos que es imposible que cumpla su ofrecimiento, hoy Estados Unidos requiere más que nunca un estadista, un líder que genere consensos, no un candidato que pueda llevar, en caso que repita el plato, a la destrucción de lo que siempre ha sido el orgullo americano: su democracia.