¿No previnieron?; ahora sufren las consecuencias
Las ciudades de Europa han sido significativamente turísticas. Deslumbraban. Las edificaciones y su arquitectura –con siglos de antigüedad– son variadas, ricas en historia y tradición. Las distancias relativamente cortas entre países y ciudades permiten visitarlas en poco tiempo. Muchedumbres provenientes de América, Asia, África y de países de europeos en cada capital o ciudad del viejo continente transitaban admirando las bellezas citadinas sobre todo en las noches en, no solo en lugares “turísticos”, sino en todas las ciudades que lucían esplendorosas por su impresionante iluminación. Las calles, avenidas, parques, edificios, comercios y establecimientos y las viviendas, por humildes que sean, estaban iluminadas virtualmente toda la noche. Miles y miles de visitantes transitaban admirándolas. Tanto en verano como invierno todos gozaban de aire acondicionado.
Pero desde mediados del 2022 lo hermoso de lo expuesto ha cambiado. Ahora, si bien durante las horas iluminadas del día los turistas pueden observar las edificaciones medievales y modernas al comenzar a obscurecer el día –paulatinamente desde el otoño hasta finales del invierno– salvo algunos “comercios” en primer piso, hay generalizada carencia de iluminación no solo en inmuebles de atracción turística, sino en parques, viviendas en edificios y en los barrios; hasta el alumbrado público de calles y avenidas es exiguo y no permiten distinguir casi nada. Solo destaca el abundante tráfico por los faros (delanteros y traseros) de los vehículos. Nada es atractivo. Ha cambiado su realidad. Los habitantes ni siquiera tienen calefacción segura en invierno.
La población se sincera con los visitantes: todo es resultado de la elevación del costo de la energía eléctrica consecuencia de la carencia de petróleo, combustibles y gas; hasta para soportar el frío invernal ahora han vuelto a la “calefacción con maderitas”. Rusia en respuesta a las denominadas sanciones económicas –incluidas el precio actualizado del petróleo y gas– que le impuso la Unión Europea, dejó de vender a países de esa U.E. petróleo y gas. Ante ello, la gente expresa que el costo de vida les ha subido notablemente y sus remuneraciones no cubren el costo de sus necesidades.
Su gente no oculta su descontento. Sus autoridades no previnieron las consecuencias de “envolver a sus países” en una guerra promovida por la OTAN y la U.E. en su afán de confrontarse con la Federación Rusa. Ahora los pueblos de Europa sufren las consecuencias.
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