No más esclavos electorales del engaño del corrupto
Un consejo de Muhammad Ali –Cassius Clay–, el más grande boxeador de todos los tiempos, que puede ser citado para inspirarnos a luchar por la Patria, “no cuentes los días (para las elecciones), haz que los días cuenten (para eliminar corruptos)”. La batalla consiste en el barrido inmediato de 89 candidatos con antecedentes por corrupción que buscan entrar a los Gobierno Regionales (La República). Más del 70% ocuparon cargos públicos, se llenaron los bolsillos para financiar sus campañas y, ahora, buscan repetir el botín. Según la Procuraduría Anticorrupción, casi todos los aspirantes a gobernadores tienen acusaciones por actos ilícitos por sus gestiones pasadas y algunos tienen más de 10 procesos abiertos por cobros indebidos, malversación, nombramientos ilegales y otros.
Más corruptos intentan regresar al poder del gobierno regional porque perciben que la gestión de Castillo facilita conseguirlo. El encubrimiento y el engaño son la mala hierba propagada por el actual gobierno que fomenta más corrupción. Las regiones de Junín, Loreto, Lima y Áncash terminan concentrando a los candidatos que representan mejor la imagen de ladrón. Estos candidatos reúnen muchas similitudes, tales como haber sido un funcionario público con ardid para acumular dinero propio, tener redes familiares con afán de poder y lucir antecedentes penales o civiles bajo el descargo de la presunción de inocencia.
Nada se puede esperar del JNE, ni de los partidos políticos por cambiar el ineludible deterioro de la oferta de candidatos. Ambos se harán de la vista gorda hasta que existan leyes muy estrictas que excluyan a los candidatos con antecedentes penales de las elecciones populares. Entonces, para afrontar el dilema, ¿cómo podemos excluir a estos candidatos corruptos en tan poco tiempo? La clave de una valoración correcta de los candidatos está en el apoyo de la sociedad civil organizada e institucionalizada y el sector privado para generar conciencia en los votantes. Más allá de conformar comités o grupos privados que no actúan, se necesita invertir en una verdadera campaña contra el engaño al ciudadano, que permita educar al votante del efecto que tiene ser engañado para obtener ventajas políticas a favor del corrupto.
Una tendencia del votante muy pragmática reduce su razonamiento a “roba, pero hace obra”. Esto hace que los peruanos seamos esclavos del corrupto. Tal como lo describe el filósofo alemán, Friederich Hegel, en la “Dialéctica del amo, el esclavo”. Sin capacidad de autoconciencia y de forma contradictoria, desde hace décadas en el Perú, el votante está atrapado en un bucle como esclavo del discurso populista, cuyo amo, el candidato, terminó siendo elegido como gobernador o alcalde que se enriqueció sin temor al repudio o la cárcel. El fresco recuerdo de Vizcarra, Cerrón, Villarán y muchas otras exautoridades completan un mosaico vergonzante.
Por eso, el mensaje para una campaña contra el engaño debe tener una base psicoanalítica para que llame a la acción del votante y éste haga un reclamo justo por conocer quién es el candidato. El votante debe vigilar con suspicacia a los postulantes con antecedentes penales. Al mismo tiempo, los electores deben entender que la “tolerancia cero” evita que los corruptos logren sus intenciones. Hay que dar a conocer que todo corrupto caerá penalmente de forma implacable cuando se apliquen las normas.
Los peruanos merecemos vivir sin depender de la miseria psicológica que ofrecen candidatos que repiten el nuevo discurso populista. Este discurso pregona el revanchismo social contra la élite y la justicia divina para las rondas campesinas y los maestros rurales. Grupos políticos que participan en las elecciones vitorean un reclamo público por la verdad para ser justos, igual al Movadef, maestro de la mentira, sin embargo, engañan al ocultar su vida política, penal y jurídica pasada. Alertados estamos a no resignarnos frente al corrupto.