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Ni santos ni demonios

Fecha Publicación: 29/06/2019 - 21:10
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Tal cual lo señalé en su oportunidad, el acuerdo con Odebrecht, sustentado en una ley pergeñada en el Palacio de Gobierno que aún manejaba Kuczynski, es una vergüenza para el país, sin que ello implique que muchos de quienes lo cuestionan sólo lo hacen para defender la impunidad de sus corruptos socios.

Sin embargo, es innegable que, de una u otra forma, el equipo de fiscales a cargo de Lava Jato ha logrado importantes avances que han permitido develar la profundidad y extensión de la corrupción en el Perú pero, simultáneamente, es también indudable que hay en ese grupo graves indicios de parcialidad política y, como se desprende del acuerdo con Odebrecht, ineficiencia –por decir lo menos– en el manejo de temas fundamentales cuando han estado lidiando con expertos operadores corruptos con largos kilómetros de recorrido.

Aquí no hay ni santos ni demonios. Solo una situación ecléctica que lidera, en un extremo, un Presidente accidental rodeado e influenciado por caviares –no tiene antecedentes de serlo– y con 46 denuncias penales congeladas, y, en el otro, un Congreso desprestigiado desde hace mucho tiempo por la presencia de la ignorancia, el oportunismo y la propia corrupción –habría que preguntarle a Kuczynski cuánto le costó su corta absolución–.

En este escenario, Vizcarra no está haciendo nada en la lucha contra la corrupción salvo figuras cosméticas como la creación de “comisiones” integradas por figuras políticas vinculadas a regímenes corruptos o con antecedentes negativos como los de Tuesta Soldevilla, presidente de la comisión de la Reforma Política, cuyas “reformas” en nada impedirán que el Estado siga perdiendo 15 mil millones de soles en manos de coimeros y coimeadores.

Entretanto, la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción (CAN), otra caviarada inventada a comienzos del 2013 durante el régimen de Humala, acaba de elegir como su presidente al presidente del Consejo de Ministros luego de más de seis años durante los cuales, a la manera de Vizcarra, no ha hecho nada y en los cuales el Estado –y todos los peruanos– hemos perdido no menos de 90 mil millones de soles en manos de los impunes depredadores de las arcas fiscales.

La fuerza del lobby caviar está precisamente en que sabe vender su corrupción e ineficiencia al mejor postor, especialmente cuando este carece de cuadros para gobernar.