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Mujica fue un terrorista, punto

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Fecha Publicación: 16/05/2025 - 22:50
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El recientemente fallecido expresidente del Uruguay, José Mujica, fue un terrorista que llegó al poder. Todo lo demás ha sido cuidadosamente elaborado por los comunistas. En estos tiempos, la historia es sistemáticamente tergiversada por medios de comunicación corporativos al servicio de la narrativa zurda, que fabrica falsos héroes para consumo emocional de las masas, especialmente de los jóvenes. Pocos operativos han sido tan efectivos y peligrosos como el blanqueamiento de Mujica.
La izquierda logró algo notable: transformar a un terrorista, o guerrillero marxista, en un sabio entrañable, símbolo de humildad y ética. Pero este personaje —que emociona a los jóvenes sensibles y desinformados— en realidad fue parte activa de una organización terrorista de inspiración guevarista, y su legado no es la paz, sino el camino para nuevas insurrecciones armadas, de esas que tanto desangraron y siguen desangrando Iberoamérica.
Mujica no es ejemplo de nada ni para nadie. No terminó sus estudios y, según el periodista uruguayo Federico Leitch, dedicado a pulverizar el relato mitológico sobre “Pepe”: “se dedicaba a los hurtos y a las rapiñas, era lo que hoy llamamos motochorros”. Así lo reveló en entrevista con el periodista argentino Nicolás Morás, conductor del programa Los Liberales, quien sostuvo con claridad: “Mujica fue lo que Stalin fue en su día: un delincuente común que encuentra una justificación ideológica para su vocación criminal”. Un ladrón devenido en político. Un oportunista con discurso.
El Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), al que Mujica perteneció, no fue un grupo de resistencia democrática, sino una guerrilla urbana marxista-leninista, inspirada en el asesino Ernesto “Che” Guevara y en su teoría del foco insurreccional. Mujica participó en asaltos a bancos, secuestros, atentados armados, extorsiones y asesinatos. Buscaban tomar el poder por la vía violenta, despreciando abiertamente la democracia liberal.
Los Tupamaros contagiaron a otras organizaciones terroristas de la región, como el MRTA y Sendero Luminoso en nuestro país; pese a las diferencias ideológicas, compartieron el culto a la violencia, el odio al orden democrático y el uso de asesinatos como herramienta política.
Mujica estuvo preso cinco veces por su vinculación con diversos atentados; pero su imagen es la de un tal “Pepe”, un viejito de frases simples, auto viejo, chacrita austera. Un personaje de ficción para las redes sociales y de uso para los malos periodistas en los medios mendaces.
Jamás pidió perdón ni condenó el uso de las armas como vía para hacerse del poder, y la izquierda lo convirtió en su nuevo santón.
Vivió del Estado, nunca generó empleo, no emprendió ni “trabajó” fuera de la guerrilla o de la política.
El pasado terrorista no puede ser romantizado. Hay que gritar, sin tibieza, que Mujica fue un gestor del caos y la muerte. O acaso… ¿ese es el tipo de despreciables personajes que queremos inspiren a las nuevas generaciones?
Mujica fue un terrorista y punto. No decirlo claramente es exponer a nuestra región a una nueva sangría por largas décadas.
Quien llora por Mujica, que lo haga también por Abimael Guzmán y
que no nos vengan a dar cátedra de democracia.

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