Mirémonos en el espejo venezolano
Veinte años de chavismo no se acaban así nomás. Dos generaciones de venezolanos se han desarrollado bajo el mando de dos tiranos que juegan a la democracia bajo sus reglas perversas y felonas plagadas de abuso, hambre, sangre. El número de muertos es incontable. Desde que no solo han sido las personas asesinadas por los soldados y las milicias militares al mando de un régimen draconicano, en represalia por haberse atrevido a formar parte de la oposición al gobierno que ha asolado a uno de los países más ricos en petróleo del orbe y le ha conculcado la libertad a su pueblo.
También son esas decenas de miles de venezolanos fallecidos por falta de medicinas, o incluso por hambre. Y desde luego aquellos que han huido de su país por la escasez, inseguridad y falta de libertad, que en el camino dejaron de existir vencidos por el agotamiento. La situación venezolana es pues compleja y muy grave. Y los principales responsables de su existencia son muchos gobernantes y politicastros de países de la región.
Como el ahora reo Lula da Silva, quien con la plata de los pobres venezolanos y un equipo de constructoras venales quiso erigir su imperio brasileño en Sudamérica; o el tal Ollanta Humala, cuya primera campaña electoral la financió el impresentable Hugo Chávez. Y asimismo Humala tuvo “asesoramiento electoral” de especialistas cubanos instalados en aquellas “casas del alba” sembradas por Hugo Chávez en nuestro territorio, para consolidar en el tiempo al socialismo sudaca hijo del castrismo asesino y corrupto. O gente como Verónika Mendoza, quien registró en las agendas de Nadine el ingreso de millones de dólares, dinero sucio robado a los menesterosos de Venezuela.
Venezuela, con una población similar a la nuestra y un territorio riquísimo en petróleo, se debate en medio de una crisis humana, social y económica de honda e interminable proporción. Exceptuando a la jerarquía chavista –que dispendia como propios los recursos nacionales y goza de todos los privilegios– el resto del país sufre una falta absoluta de alimentos básicos y medicinas de primera necesidad. Esa gente tiene que hacer varias colas para hacer “la” cola que probablemente le permita adquirir algo para comer y/o curarse.
Es la letanía cotidiana del pueblo venezolano. Pueblo empobrecido y sin trabajo. Salvo para quien se incorpore como miliciano o espía del régimen, hoy es imposible que el venezolano pueda conseguir un empleo en Venezuela.
¡Bienvenidos al socialismo sudaca! Cuba y Venezuela son paradigmas de esta miseria que deriva de las trasnochadas políticas del socialismo regional. Y si a esta desgracia le sumamos la pérdida de libertades y una permanente castración de los derechos universales –por un régimen atornillado al poder a base de tener en las manos todos los resortes del Estado; empezando por los organismos electorales, con lo cual hace la pantomima de realizar comicios cada vez que le venga en gana para vanagloriarse como gobierno electo– comprendamos lo que pudiera ocurrirnos si eligiéramos a algún admirador de Maduro, como Arana, Verónika Mendoza, etc.